FIN DE LA TRILLA.
Las tareas gordas de verano terminaban y creo que la última trilla eran los garbanzos que se habían cosechado para el gasto de la casa.
Era a últimos de Agosto y corría prisa terminar, por que a mediados de Septiembre llegaba la fiesta del pueblo y habían muchas cosas por hacer.
El verano había sido largo y como ya he dicho por nuestro pueblo trabajaban lo mismo las mujeres que los hombres.
Esto quería decir, que desde que los trabajos del campo habían empezado, poco era el tiempo que ELLAS, avían tenido para tener sus casas a punto.
Por lo tanto una vez terminada la trilla, estaban deseosas de comenzar a limpiar y pintar sus casas de arriba a bajo incluido el vareado de los colchones; por que no nos olvidemos que por entonces, no existían los colchones Flex., Ni Piolín..
Ya os he comentado que unos eran de lana y los que no lo tenían o no podían, de borra o de maíz.
Eran dos semanas, bastante duras, pero con toda la ilusión de que al final las casa estuvieran para el día de la fiesta de punta en blanco.
Y hablando de blanco, “qué blancas se quedaban las paredes cuando las encalaban; por que por entonces eran de cal, que llevaban de explosivos. Eran unas piedras, que había que hacerlas polvo echándolas en agua y teniéndolas unas horas en remojo para que se matara la fuerza hasta que se convertían en polvo, por que si no, te podían quemar las manos a la hora de ponerte a pintar.
Y no os digo nada cómo era el proceso de hacer los colchones.
Primeramente se deshacían, y mientras se lavaba la tela y se secaba, se extendían al sol, y cuando mas calor hacia y con unas varas de avellano, se comenzaban a dar palos sobre la lana, para que esta se fuera ahuecando hasta quedar lo mas esponjosa posible.
A mi me tocó alguna vez, y ni contaros quiero las ampollas que me salieron…
Una vez terminada la faena, se ponía la tela limpia en el suelo y se iban colocando los vellones de lana todo alrededor para hacer la forma del colchón y entre medias, lo más pequeño.
Terminado de colocar la lana, quedaba precioso de abultado.” Parecía un picotín..”
Seguidamente había que empezar a coserle todo alrededor y con unas agujas especiales un poco encorvadas y bastante gruesas, se le dividía en nueve partes para que la lana estuviera siempre sujeta y no se deformara el colchón.
Ni contaros quiero cómo se dormía los primeros días…Era una ventaja, por que a la hora de hacer la cama, no bahía que ahuecar el colchón.
Creo que eran unos días muy felices por que a pesar de lo duro que había sido el verano, llegaba el dia de la fiesta y sobre todo las mozas, iban a estrenar zapatos y vestido para lucirlo en tan preciado dia…” QUÉ FELICIDAD”.
“Creo que a lo largo de la vida, he seguido el mismo lema.”
¡NO ES FELIZ QUIEN QUIERE, SI NO, QUIEN PUEDE!
Las tareas gordas de verano terminaban y creo que la última trilla eran los garbanzos que se habían cosechado para el gasto de la casa.
Era a últimos de Agosto y corría prisa terminar, por que a mediados de Septiembre llegaba la fiesta del pueblo y habían muchas cosas por hacer.
El verano había sido largo y como ya he dicho por nuestro pueblo trabajaban lo mismo las mujeres que los hombres.
Esto quería decir, que desde que los trabajos del campo habían empezado, poco era el tiempo que ELLAS, avían tenido para tener sus casas a punto.
Por lo tanto una vez terminada la trilla, estaban deseosas de comenzar a limpiar y pintar sus casas de arriba a bajo incluido el vareado de los colchones; por que no nos olvidemos que por entonces, no existían los colchones Flex., Ni Piolín..
Ya os he comentado que unos eran de lana y los que no lo tenían o no podían, de borra o de maíz.
Eran dos semanas, bastante duras, pero con toda la ilusión de que al final las casa estuvieran para el día de la fiesta de punta en blanco.
Y hablando de blanco, “qué blancas se quedaban las paredes cuando las encalaban; por que por entonces eran de cal, que llevaban de explosivos. Eran unas piedras, que había que hacerlas polvo echándolas en agua y teniéndolas unas horas en remojo para que se matara la fuerza hasta que se convertían en polvo, por que si no, te podían quemar las manos a la hora de ponerte a pintar.
Y no os digo nada cómo era el proceso de hacer los colchones.
Primeramente se deshacían, y mientras se lavaba la tela y se secaba, se extendían al sol, y cuando mas calor hacia y con unas varas de avellano, se comenzaban a dar palos sobre la lana, para que esta se fuera ahuecando hasta quedar lo mas esponjosa posible.
A mi me tocó alguna vez, y ni contaros quiero las ampollas que me salieron…
Una vez terminada la faena, se ponía la tela limpia en el suelo y se iban colocando los vellones de lana todo alrededor para hacer la forma del colchón y entre medias, lo más pequeño.
Terminado de colocar la lana, quedaba precioso de abultado.” Parecía un picotín..”
Seguidamente había que empezar a coserle todo alrededor y con unas agujas especiales un poco encorvadas y bastante gruesas, se le dividía en nueve partes para que la lana estuviera siempre sujeta y no se deformara el colchón.
Ni contaros quiero cómo se dormía los primeros días…Era una ventaja, por que a la hora de hacer la cama, no bahía que ahuecar el colchón.
Creo que eran unos días muy felices por que a pesar de lo duro que había sido el verano, llegaba el dia de la fiesta y sobre todo las mozas, iban a estrenar zapatos y vestido para lucirlo en tan preciado dia…” QUÉ FELICIDAD”.
“Creo que a lo largo de la vida, he seguido el mismo lema.”
¡NO ES FELIZ QUIEN QUIERE, SI NO, QUIEN PUEDE!