Volver al pueblo es el sueño de muchos emigrantes. Es nostalgia de las propias raíces; un sano ejercicio que muchos podemos realizar cada año al acercarse la primavera y los meses de verano y, en pocos un sueño para la jubilación. Esta querencia es tan natural que incluso el nacido en la ciudad quisiera una casita en un pueblito, porque hoy los pueblos, no son los de antes, afortunadamente.
Todos decimos que la vida en el campo en más natural. Volver al pueblo es recuperar el prólogo o las primeras páginas de una historia perdida, de la propia historia. Cada rincón resucita una historia, unos rostros. Pasear por el río, donde de pequeñas nos bañábamos (el agua estaba menos fría que ahora) y no había cuartos de baño...) pasear por la vega, escuchar el canto de los pájaros y respirar aire puro y oler a hierba recién cortada. Pasear a las noches contemplando las estrellas o la luna que nos seguía cuando éramos niñas.
Todos decimos que la vida en el campo en más natural. Volver al pueblo es recuperar el prólogo o las primeras páginas de una historia perdida, de la propia historia. Cada rincón resucita una historia, unos rostros. Pasear por el río, donde de pequeñas nos bañábamos (el agua estaba menos fría que ahora) y no había cuartos de baño...) pasear por la vega, escuchar el canto de los pájaros y respirar aire puro y oler a hierba recién cortada. Pasear a las noches contemplando las estrellas o la luna que nos seguía cuando éramos niñas.