Que os parece si metemos este relato de Charo. Me parece un relato estupendo
En los largos y crudos inviernos, en esa tierra nuestra, pasábamos la mayor parte del tiempo en la cocina, en la que teníamos dos lumbres. La lumbre de "arriba", era un hogar con hornicho, y preparado para la combustión de leña y carbón, que bien calcado, se ponía de color rojo la placa que, formada por varias arandelas, lo cubrían. Esta lumbre, estaba en el extremo izquierdo de la trébede, que a su vez, ocupaba todo el frente de la cocina. La chimenea, se encontraba en el extremo opuesto de la trébede, así, el aire caliente circulaba a lo largo de aquél, y allí posábamos nuestros traseros, de manera que, unas veces pedían más carbón, y otras, cambiábamos de posición para no chamuscarnos.
El carbón que se consumía lo facilitaba la empresa, que, como complemento del jornal, se facilitaba a cada obrero. Al principio era el llamado islán, en realidad, polvo de carbón mojado, de calidad variada, pues dependía de la capa de donde se hubiera extraído.
Teníamos también una lumbre "baja" que en las noches invernales de intensos fríos y fuertes heladas, se llegaba a tener prendida durante toda la noche. Las cocinas de entonces, las más afortunadas, estaban llenas de colgaduras sustanciosas, pues su finalidad principal era curar los productos elaborados de la llamada "matanza" de los cerdos que cada año se sacrificaban.
En los largos y crudos inviernos, en esa tierra nuestra, pasábamos la mayor parte del tiempo en la cocina, en la que teníamos dos lumbres. La lumbre de "arriba", era un hogar con hornicho, y preparado para la combustión de leña y carbón, que bien calcado, se ponía de color rojo la placa que, formada por varias arandelas, lo cubrían. Esta lumbre, estaba en el extremo izquierdo de la trébede, que a su vez, ocupaba todo el frente de la cocina. La chimenea, se encontraba en el extremo opuesto de la trébede, así, el aire caliente circulaba a lo largo de aquél, y allí posábamos nuestros traseros, de manera que, unas veces pedían más carbón, y otras, cambiábamos de posición para no chamuscarnos.
El carbón que se consumía lo facilitaba la empresa, que, como complemento del jornal, se facilitaba a cada obrero. Al principio era el llamado islán, en realidad, polvo de carbón mojado, de calidad variada, pues dependía de la capa de donde se hubiera extraído.
Teníamos también una lumbre "baja" que en las noches invernales de intensos fríos y fuertes heladas, se llegaba a tener prendida durante toda la noche. Las cocinas de entonces, las más afortunadas, estaban llenas de colgaduras sustanciosas, pues su finalidad principal era curar los productos elaborados de la llamada "matanza" de los cerdos que cada año se sacrificaban.