CON OTRA MIRADA
Alternativa diferente
07.12.08 -
JULIÁN BÁSCONES
C ASI siempre fue así y todavía lo sigue siendo. Criticamos todo aquello que no computa o rentúa, que no reporta algún tipo de ventaja o beneficio. Se critica hoy, como casi nunca, el consumismo desbocado y feroz, cuando se gasta por encima de las posibilidades, incluso en estos momentos de profunda crisis económica. Se critica la injusticia de un sistema económico que mantiene las diferencias entre pobres y ricos, que defiende que quede fuera quien quede, cuando a la mayoría no les apetece entrar en el círculo de los desfavorecidos. Se critica el sistema que se rige por la defensa de los intereses de los más poderosos, mientras el que critique no forme parte del grupo de los grandes.
Quizá sea una crítica interesada, una queja que nace del egoísmo, porque no se participa todo lo deseado de la tarta. Se trata, sin duda, de un comportamiento que protege el camino de la injusticia del sistema vigente y otorga la amargura de no poseer lo que se apetece. Un camino que está marcando una determinada manera de pensar y de actuar. Buscar otra forma de vida supone romper con el sistema y abrir un nueva ruta, capaz de conducir hacia la felicidad personal y familiar. Claro que esta ruta pasa por una toma de decisiones serias y comprometidas. Pasa por un convencimiento pleno de que los derechos de los humildes se anteponen a los de unos cuantos.
Con este criterio seguro que desaparece cualquier tipo de corrupción, escándalo político, enriquecimiento rápido, así como cualquier tipo de actitud despreciativa hacia los pobres, por abultada que parezca su pobreza.
En la actualidad, resulta muy difícil ser austeros, buscar lo sencillo, no crearse tantas necesidades, disfrutar de la alegría de lo pequeño, de esa alegría que no cuenta, ni se paga con dinero y que deja al espíritu libre. Hoy son pocos los que entienden la austeridad que capacita para la solidaridad, para dar y recibir, para estar dispuestos al servicio. Frente a la avalancha de un sistema que obliga a la insolidaridad, al gasto descontrolado, a la esclavitud de las cosas, a la defensa de la situación privilegiada, al olvido de los pobres, conviene recordar el refrán popular 'no todo el monte es pedregal, también tiene orégano'. El orégano del buen olor, de los valores del servicio gratuito, del compartir con entusiasmo y justicia, del vivir con sencillez. Puesto que aún quedan personas que marcan otro ritmo, señalan otro estilo de vida.
Celebrábamos recientemente el Día Internacional del Voluntariado. Ellos, los voluntarios, son los que ven, entre otros, la vida de distinta manera, los que tienen un lema: 'todo lo que no se da, se pierde, lo que tú no hagas, se quedará sin hacer'. Ellos son los que ofrecen una alternativa diferente de vida e intentan contrarrestar los impulsos de esta sociedad de egoísmo y bienestar.
Nuestra tierra palentina cuenta con un grupo significativo de voluntarios que sabe respetar, que discrepa sin ofender, que actúa de acuerdo a sus criterios, que tiene sentimientos de solidaridad, que resalta el valor de la cercanía y el acompañamiento como uno de los más fundamentales, que considera esta labor plenamente gratificante. Aun cuando muchos no valoren este esfuerzo, bien vale la pena hacerles un hueco a estos hombres y mujeres en este espacio, a este grupo de entregados que, al margen del cariño y la amistad, intentan convertirse en la voz de todos los que no la tienen.
Ciertamente, es un estilo de vida atípico, porque no se halla de moda. Sólo se vende el estilo que marca el sistema, el que insiste en el bienestar personal y egoísta, en el olvido de los pobres y de la injusticia, en el encerramiento para que nadie se contamine con la solidaridad. Por encima del dinero y el bienestar, los voluntarios ponen servicio, amor, esperanza, alegría y solidaridad. Ahí están ignoradas una serie de personas portadoras de auténticos valores. Ojalá que empiecen a ser valoradas un poco más por todos.
Alternativa diferente
07.12.08 -
JULIÁN BÁSCONES
C ASI siempre fue así y todavía lo sigue siendo. Criticamos todo aquello que no computa o rentúa, que no reporta algún tipo de ventaja o beneficio. Se critica hoy, como casi nunca, el consumismo desbocado y feroz, cuando se gasta por encima de las posibilidades, incluso en estos momentos de profunda crisis económica. Se critica la injusticia de un sistema económico que mantiene las diferencias entre pobres y ricos, que defiende que quede fuera quien quede, cuando a la mayoría no les apetece entrar en el círculo de los desfavorecidos. Se critica el sistema que se rige por la defensa de los intereses de los más poderosos, mientras el que critique no forme parte del grupo de los grandes.
Quizá sea una crítica interesada, una queja que nace del egoísmo, porque no se participa todo lo deseado de la tarta. Se trata, sin duda, de un comportamiento que protege el camino de la injusticia del sistema vigente y otorga la amargura de no poseer lo que se apetece. Un camino que está marcando una determinada manera de pensar y de actuar. Buscar otra forma de vida supone romper con el sistema y abrir un nueva ruta, capaz de conducir hacia la felicidad personal y familiar. Claro que esta ruta pasa por una toma de decisiones serias y comprometidas. Pasa por un convencimiento pleno de que los derechos de los humildes se anteponen a los de unos cuantos.
Con este criterio seguro que desaparece cualquier tipo de corrupción, escándalo político, enriquecimiento rápido, así como cualquier tipo de actitud despreciativa hacia los pobres, por abultada que parezca su pobreza.
En la actualidad, resulta muy difícil ser austeros, buscar lo sencillo, no crearse tantas necesidades, disfrutar de la alegría de lo pequeño, de esa alegría que no cuenta, ni se paga con dinero y que deja al espíritu libre. Hoy son pocos los que entienden la austeridad que capacita para la solidaridad, para dar y recibir, para estar dispuestos al servicio. Frente a la avalancha de un sistema que obliga a la insolidaridad, al gasto descontrolado, a la esclavitud de las cosas, a la defensa de la situación privilegiada, al olvido de los pobres, conviene recordar el refrán popular 'no todo el monte es pedregal, también tiene orégano'. El orégano del buen olor, de los valores del servicio gratuito, del compartir con entusiasmo y justicia, del vivir con sencillez. Puesto que aún quedan personas que marcan otro ritmo, señalan otro estilo de vida.
Celebrábamos recientemente el Día Internacional del Voluntariado. Ellos, los voluntarios, son los que ven, entre otros, la vida de distinta manera, los que tienen un lema: 'todo lo que no se da, se pierde, lo que tú no hagas, se quedará sin hacer'. Ellos son los que ofrecen una alternativa diferente de vida e intentan contrarrestar los impulsos de esta sociedad de egoísmo y bienestar.
Nuestra tierra palentina cuenta con un grupo significativo de voluntarios que sabe respetar, que discrepa sin ofender, que actúa de acuerdo a sus criterios, que tiene sentimientos de solidaridad, que resalta el valor de la cercanía y el acompañamiento como uno de los más fundamentales, que considera esta labor plenamente gratificante. Aun cuando muchos no valoren este esfuerzo, bien vale la pena hacerles un hueco a estos hombres y mujeres en este espacio, a este grupo de entregados que, al margen del cariño y la amistad, intentan convertirse en la voz de todos los que no la tienen.
Ciertamente, es un estilo de vida atípico, porque no se halla de moda. Sólo se vende el estilo que marca el sistema, el que insiste en el bienestar personal y egoísta, en el olvido de los pobres y de la injusticia, en el encerramiento para que nadie se contamine con la solidaridad. Por encima del dinero y el bienestar, los voluntarios ponen servicio, amor, esperanza, alegría y solidaridad. Ahí están ignoradas una serie de personas portadoras de auténticos valores. Ojalá que empiecen a ser valoradas un poco más por todos.