No hay más suicidios
El segundo mito rebatido afirma que los suicidios aumentan en navidades y en otras temporadas de vacaciones. Pero de hecho los estudios especializados apuntan lo contrario. Aunque estas fechas «puedan resultar difíciles para muchas personas, no existe ninguna prueba que sugiera un pico de suicidios», escriben los dos profesores estadounidenses. Para sustentar su afirmación, Vreeman y Carroll citan varias investigaciones realizadas en países tan diferentes entre sí como Japón, Irlanda, Estados Unidos, Hungría y Finlandia. En Estados Unidos no sólo decrece el número de personas que se quitan la vida en Navidad, sino que además en estas fiestas «disminuye el número de visitas psiquiátricas para volver a aumentar pasadas las navidades». En Finlandia se llegó a la conclusión de que el mayor número de casos se da en otoño, mientras que las cifras más bajas se registran en invierno.
Tampoco es cierto que la flor de Pascua sea tóxica. La 'Euphorbia pulcherrima', tan utilizada como adorno navideño, es inocua. Ninguno de los cientos de casos de ingestión accidental estudiados desembocó en la muerte del comedor de la flor -generalmente un niño- y en el 96% ni siquiera fue necesaria la intervención médica. Una persona tendría que devorar entre 500 y 600 ejemplares para sufrir algún tipo de problema toxicológico.
Cuando bajan las temperaturas, «los sombreros y gorros florecen». Pero no es verdad que el calor se pierda sobre todo por la cabeza. Para los investigadores, «si eso fuera cierto los humanos sentirían el mismo frío si fueran por la calle sin pantalones que sin gorro, cuando evidentemente ese no es el caso». Sin embargo, incluso un manual de campaña del Ejército estadounidense advierte a los soldados de que «del 40% al 45% del calor corporal se va por la cabeza».
Vreeman y Carroll rastrean el origen de este mito hasta un experimento militar en el que varios individuos fueron expuestos a bajísimas temperaturas vestidos con uniformes de supervivencia polar pero sin gorro. Se llegó a la conclusión errónea de que los seres humanos comenzamos a congelarnos por arriba. Sin embargo, si el experimento se hubiera realizado con los sujetos en traje de baño, los expertos «habrían comprobado que sólo un 10% del calor se perdía por la cabeza. No hay ninguna relación especial entre esta parte del cuerpo y la temperatura».
El segundo mito rebatido afirma que los suicidios aumentan en navidades y en otras temporadas de vacaciones. Pero de hecho los estudios especializados apuntan lo contrario. Aunque estas fechas «puedan resultar difíciles para muchas personas, no existe ninguna prueba que sugiera un pico de suicidios», escriben los dos profesores estadounidenses. Para sustentar su afirmación, Vreeman y Carroll citan varias investigaciones realizadas en países tan diferentes entre sí como Japón, Irlanda, Estados Unidos, Hungría y Finlandia. En Estados Unidos no sólo decrece el número de personas que se quitan la vida en Navidad, sino que además en estas fiestas «disminuye el número de visitas psiquiátricas para volver a aumentar pasadas las navidades». En Finlandia se llegó a la conclusión de que el mayor número de casos se da en otoño, mientras que las cifras más bajas se registran en invierno.
Tampoco es cierto que la flor de Pascua sea tóxica. La 'Euphorbia pulcherrima', tan utilizada como adorno navideño, es inocua. Ninguno de los cientos de casos de ingestión accidental estudiados desembocó en la muerte del comedor de la flor -generalmente un niño- y en el 96% ni siquiera fue necesaria la intervención médica. Una persona tendría que devorar entre 500 y 600 ejemplares para sufrir algún tipo de problema toxicológico.
Cuando bajan las temperaturas, «los sombreros y gorros florecen». Pero no es verdad que el calor se pierda sobre todo por la cabeza. Para los investigadores, «si eso fuera cierto los humanos sentirían el mismo frío si fueran por la calle sin pantalones que sin gorro, cuando evidentemente ese no es el caso». Sin embargo, incluso un manual de campaña del Ejército estadounidense advierte a los soldados de que «del 40% al 45% del calor corporal se va por la cabeza».
Vreeman y Carroll rastrean el origen de este mito hasta un experimento militar en el que varios individuos fueron expuestos a bajísimas temperaturas vestidos con uniformes de supervivencia polar pero sin gorro. Se llegó a la conclusión errónea de que los seres humanos comenzamos a congelarnos por arriba. Sin embargo, si el experimento se hubiera realizado con los sujetos en traje de baño, los expertos «habrían comprobado que sólo un 10% del calor se perdía por la cabeza. No hay ninguna relación especial entre esta parte del cuerpo y la temperatura».