MARCILLA DE CAMPOS: LA IGLESIA PARROQUIAL...

LA IGLESIA PARROQUIAL

Si nos fuera posible elegir entre la actual y la que había en 1580, no sólo nos quedaríamos con la actual sin lugar a dudas, sino que nos quedaríamos un tanto decepcionados de la antigua.
Ambas se alzaban en el mismo emplazamiento de la actualidad, pero mientras que de la torre se decía: “que se quería caer”, hasta el punto que hubo que derrocarla y rehacerla desde los mismos cimientos, y ese mismo año para terminar en el siguiente.
De la Iglesia podemos decir que, además de ser más pequeña, era bastante más pobre y sencilla: Paredes de tapial, artesonado de tabla en lugar de bóveda y un único retablo, el Mayor, que eso sí, era tan bueno que hoy sigue siéndolo y es el mismo que desde mediados del s. XVIII, cuando se colocó el actual retablo Mayor, el anterior (el primero que tuvo la Iglesia) se adosó a la pared lateral de la nave primera, por donde se entra y allí le conocimos nosotros hasta que se llevó al Museo Diocesano de Palencia, dentro del Palacio Episcopal.

Desmonte de la vieja torre y reedificación en 1580
A mediados de julio de 1580 comenzaron los trabajos para derrocar la torre.
Se abrieron los cimientos, se asentaron piedras y más piedras y cuando ya se necesitaba el servicio de una grúa para facilitar la subida de los materiales, se fue a Cavañas, para traer la que tenían en la parte superior de una capilla. Compraron una maroma fuerte que importó 1840 maravedíes y para asegurar su mayor consistencia, la impregnaron con 4 libras de aceite (casi 2 litros).
La edificación siguió un buen ritmo, de manera que cuando se echó encima el invierno, ya estaba prácticamente hecha. La obra de cantería, por las que cobró Alonso Santiago 77.000 maravedíes, la obra de alfarería correría a cargo del alarife de Carrión Bernabé Alejo, quien se encargaría de concluir la torre cerrándola con ladrillo, pero como el invierno ya estaba encima, se desmontó el andamio para que no se pudriese la madera.
Pasaron las heladas, volvieron las hojas a los árboles y se volvió a colocar la madera del andamio, para poder asentar los 23.800 ladrillos que el año anterior había cocido el tejero, entonces vecino de Marcilla, Francisco de la Puebla. Una vez concluidas las paredes, se pudo clavar la madera del tejado y de las escaleras, que se había traído, en su mayor parte, de Quintanar de la Sierra. Ésta era de pino y había importado 16.708 maravedíes más los portes. También se trajeron 10 pies de olmo de Osornillo, que importaron 8.548 maravedíes.
Asentadas las tejas y colocadas las campanas, podían estar todos satisfechos al contar con una torre nueva y con la suficiente consistencia como para durar muchos más años que los más jóvenes. Hoy, después de la primera década del s. XXI sigue firme, auque en los últimos años se ha tenido que hacer algunas reparaciones importantes, tanto en la parte superior de la torre como en el resto de la Iglesia. Para más información, consultar: “Marcilla huellas del pasado” de D. Fco. Herreros Estébanez.