Ayer despedimos en Santillana a Luis Revuelta. Una persona representativa de una generación que se fue adaptando a los diversos cambios sociales que se han vivido en nuestros pueblos.
Nacido en Santillana poco antes de la Guerra se trasladó en su juventud a Marcilla para aprender el oficio de panadero, que desempeñó durante muchos años. Aquellos hornos de adobe que se calentaban con paja y donde la gente del pueblo acudía a comprar el pan o a hacer sus dulces, cuyo agradable aroma permanece en mi recuerdo.
En la década de los sesenta, cuando comenzó la gran emigración reconvirtió su negocio artesano en ganadero. El horno se transformó en tenada y dedicó muchos años de su vida al cuidado de ovejas y vacas. Trabajo sacrificado como pocos pero siendo conocedor del oficio y con la ayuda de Eufemia supo rentabilizar al máximo, aprovechando los escasos recursos que había en el pueblo, compensándolo con gran esfuerzo.
Llegado el momento supo utilizar los ahorros conseguidos para adaptarse perfectamente a la vida en la ciudad. Participó plenamente en actividades culturales y lúdicas. Gustaba de compartir tiempo y conversación en la estación con amigos cuya trayectoria vital había sido similar. A la vez veían parar trenes que le traían aires y noticias de sus pueblos añorados.
Luis, espéranos en esa estación en la que todos, como pasajeros nos hemos de encontrar.
Nacido en Santillana poco antes de la Guerra se trasladó en su juventud a Marcilla para aprender el oficio de panadero, que desempeñó durante muchos años. Aquellos hornos de adobe que se calentaban con paja y donde la gente del pueblo acudía a comprar el pan o a hacer sus dulces, cuyo agradable aroma permanece en mi recuerdo.
En la década de los sesenta, cuando comenzó la gran emigración reconvirtió su negocio artesano en ganadero. El horno se transformó en tenada y dedicó muchos años de su vida al cuidado de ovejas y vacas. Trabajo sacrificado como pocos pero siendo conocedor del oficio y con la ayuda de Eufemia supo rentabilizar al máximo, aprovechando los escasos recursos que había en el pueblo, compensándolo con gran esfuerzo.
Llegado el momento supo utilizar los ahorros conseguidos para adaptarse perfectamente a la vida en la ciudad. Participó plenamente en actividades culturales y lúdicas. Gustaba de compartir tiempo y conversación en la estación con amigos cuya trayectoria vital había sido similar. A la vez veían parar trenes que le traían aires y noticias de sus pueblos añorados.
Luis, espéranos en esa estación en la que todos, como pasajeros nos hemos de encontrar.