La Virgen del Carmen
La Imagen de Nuestra Señora del Carmen fue regalada en 1905 por Julián Pérez Rivas, natural de Meneses, pero por aquellas fechas vecino de Valladolid. Por este entonces esta devoción mariana ya tenía su correspondiente cofradía. La imagen vino a ocupar la hornacina del retablo dedicado a San Juan Bautista, el cual fue desplazo al baptisterio de la Iglesia.
Esta devoción a la Virgen del Carmen caló profundamente en Meneses desde mediados del siglo XIX cuando numerosos vecinos del pueblo pedían ser enterrados con el hábito del Carmen, anteriormente pedían para su entierro el hábito de San Francisco.
Fue a principios del siglo XX cuando se funda la cofradía de Nuestra Señora del Carmen, concretamente en 1902. La cofradía estaba formada por mujeres, ya que eran ellas las que desempeñaban los cargos directivos de la misma: Albina González, Luisa Fernández, Sebastiana Romo. La función religiosa, la novena y fiesta, con su correspondiente procesión, desde el momento de la fundación de la cofradía, se trasladó del 16 de julio, fecha tradicional de la fiesta, a la segunda quincena de septiembre, la razón que se daba era para que a los oficios religiosos puedan asistir la mayor cantidad posible de gente, lo cual estaba justificado por ser muy ocupado el mes de julio, en el que se estaba de lleno en plena faena de verano. Se escogían esa fecha por “ser muy ocupado el mes de julio”, no hay que olvidar que era el tiempoo de la siega. Se recomenda que el último día de la novena, “en la misa que se diga al alba”, que comugalsen todos los cofrades. El tercer domingo de septiembre se celebraba la fiesta con misa y por la tarde la procesión con la imagen de la Virgen por las calles del pueblo. El 16 de julio, a pesar de ser “tiempo ocupado, no se olvidaban que era la fiesta de la Virgen del Carmen, y ese día estaba mandaba decir una misa cantada y no era infrecuente decir la misa en el mismo altar de la Virgen.
Desde mediados del siglo XVIII hay una patente del General del Carmen Descalzo autorizando la fundación de una cofradía en honor de la Virgen del Carmen, no consta que en aquel entonces se llevase a cabo dicha fundación, pero de aquel entonces queda en la Iglesia un cuadro de la Virgen del Carmen que, rodeada de un cortejo de ángeles, va situada en un plano superior a la almas del purgatorio. El cuadro actualmente se encuentra en la sacristía.
A pesar de no haber una cofradía del Carmen, la fiesta de la Virgen del Carmen, en el siglo XIX, se celebraba con misa y vísperas, por mandado de Mateo Revilla, uno de los que figuran como fundadores de la cofradía de la Peregrina o Nuestra Señora del Socorro.
La cofradía del Carmen, fundada en Meneses el año 1902, siendo párroco don Andrés Camazón, quedó establecida en la Iglesia de Nuestra Señora del Tovar.
La imagen de la Virgen del Carmen, que ocupa el retablo que anteriormente debió ocupar San Sebastián, fue regalada en 1905 por Julián Pérez Rivas, natural de Meneses, pero por aquel entonces vecino de Valladolid. En 1942 la señora Carmen Pérez Puche, natural y vecina de Valladolid, regala un escapulario bordado en oro.
En el capítulo primero de su regla se pedía que fuera gobernada por un sacerdote, el párroco del lugar, con el título de abad. A la cofradía podía pertenecer todo cristian que tuviese uso de razón y “sus costumbre no desdigan del nombre de tal”. Como derecho de entrada se debía abonar 35 céntimos de peseta, a cambio los nuevos cofrades recibían la patente de pertenencia a la cofradía, el libro de visita a la Virgen del Carmen y el escapulario, signo disitntivo de los cofrades.
El libro de actas de la misma fue una donación hecha por la Señora Lorenza Moral, vecina de Fuesaldaña, en 1914.
La cofradía estaba dirigida por una directora, elegida entre los asociados, la cual debía tener un voto más de la mitad para ser válida su elección. La directora tenía por función convocar y avisar al abad, siempre y cuando fuese necesaria su presencia.
El cofrade adquiría una serie de obligaciones. Hacer la visita a la Virgen del Carmen en su altar, de no poder acudir a la iglesia, debía hacerla en su casa. El tercer domingo de mes todos los cofrades, presididos por su directora hacían una visita pública a la Virgen del Carmen.
Para sufragar los gastos de la cofradía cada cofrade debía abonar a la celadora respectiva 25 céntimos de peseta, la cual debía entregar lo recaudado a la directora de la cofradía, la cual, una vez sufragados los gastos, debía entregar el sobrante a la tesorera.
Al morir un cofrade, el resto tenían la obligación de asitir al entierro con escapulario y vela, acompañando el cadáver con el estandaarte de la cofradía hasta el corro, lugar donde era costumbre despedir el duelo y donde se le rezaba el “escapulario”. Se debía aplicar una misa de requiem en la vigilia y se daría como limosna tres pesetas con cincuenta cétimos y un real para el responso. Para sufragar estos gastos cada hermano debía contribuir con cinco céntimos de peseta.
La Imagen de Nuestra Señora del Carmen fue regalada en 1905 por Julián Pérez Rivas, natural de Meneses, pero por aquellas fechas vecino de Valladolid. Por este entonces esta devoción mariana ya tenía su correspondiente cofradía. La imagen vino a ocupar la hornacina del retablo dedicado a San Juan Bautista, el cual fue desplazo al baptisterio de la Iglesia.
Esta devoción a la Virgen del Carmen caló profundamente en Meneses desde mediados del siglo XIX cuando numerosos vecinos del pueblo pedían ser enterrados con el hábito del Carmen, anteriormente pedían para su entierro el hábito de San Francisco.
Fue a principios del siglo XX cuando se funda la cofradía de Nuestra Señora del Carmen, concretamente en 1902. La cofradía estaba formada por mujeres, ya que eran ellas las que desempeñaban los cargos directivos de la misma: Albina González, Luisa Fernández, Sebastiana Romo. La función religiosa, la novena y fiesta, con su correspondiente procesión, desde el momento de la fundación de la cofradía, se trasladó del 16 de julio, fecha tradicional de la fiesta, a la segunda quincena de septiembre, la razón que se daba era para que a los oficios religiosos puedan asistir la mayor cantidad posible de gente, lo cual estaba justificado por ser muy ocupado el mes de julio, en el que se estaba de lleno en plena faena de verano. Se escogían esa fecha por “ser muy ocupado el mes de julio”, no hay que olvidar que era el tiempoo de la siega. Se recomenda que el último día de la novena, “en la misa que se diga al alba”, que comugalsen todos los cofrades. El tercer domingo de septiembre se celebraba la fiesta con misa y por la tarde la procesión con la imagen de la Virgen por las calles del pueblo. El 16 de julio, a pesar de ser “tiempo ocupado, no se olvidaban que era la fiesta de la Virgen del Carmen, y ese día estaba mandaba decir una misa cantada y no era infrecuente decir la misa en el mismo altar de la Virgen.
Desde mediados del siglo XVIII hay una patente del General del Carmen Descalzo autorizando la fundación de una cofradía en honor de la Virgen del Carmen, no consta que en aquel entonces se llevase a cabo dicha fundación, pero de aquel entonces queda en la Iglesia un cuadro de la Virgen del Carmen que, rodeada de un cortejo de ángeles, va situada en un plano superior a la almas del purgatorio. El cuadro actualmente se encuentra en la sacristía.
A pesar de no haber una cofradía del Carmen, la fiesta de la Virgen del Carmen, en el siglo XIX, se celebraba con misa y vísperas, por mandado de Mateo Revilla, uno de los que figuran como fundadores de la cofradía de la Peregrina o Nuestra Señora del Socorro.
La cofradía del Carmen, fundada en Meneses el año 1902, siendo párroco don Andrés Camazón, quedó establecida en la Iglesia de Nuestra Señora del Tovar.
La imagen de la Virgen del Carmen, que ocupa el retablo que anteriormente debió ocupar San Sebastián, fue regalada en 1905 por Julián Pérez Rivas, natural de Meneses, pero por aquel entonces vecino de Valladolid. En 1942 la señora Carmen Pérez Puche, natural y vecina de Valladolid, regala un escapulario bordado en oro.
En el capítulo primero de su regla se pedía que fuera gobernada por un sacerdote, el párroco del lugar, con el título de abad. A la cofradía podía pertenecer todo cristian que tuviese uso de razón y “sus costumbre no desdigan del nombre de tal”. Como derecho de entrada se debía abonar 35 céntimos de peseta, a cambio los nuevos cofrades recibían la patente de pertenencia a la cofradía, el libro de visita a la Virgen del Carmen y el escapulario, signo disitntivo de los cofrades.
El libro de actas de la misma fue una donación hecha por la Señora Lorenza Moral, vecina de Fuesaldaña, en 1914.
La cofradía estaba dirigida por una directora, elegida entre los asociados, la cual debía tener un voto más de la mitad para ser válida su elección. La directora tenía por función convocar y avisar al abad, siempre y cuando fuese necesaria su presencia.
El cofrade adquiría una serie de obligaciones. Hacer la visita a la Virgen del Carmen en su altar, de no poder acudir a la iglesia, debía hacerla en su casa. El tercer domingo de mes todos los cofrades, presididos por su directora hacían una visita pública a la Virgen del Carmen.
Para sufragar los gastos de la cofradía cada cofrade debía abonar a la celadora respectiva 25 céntimos de peseta, la cual debía entregar lo recaudado a la directora de la cofradía, la cual, una vez sufragados los gastos, debía entregar el sobrante a la tesorera.
Al morir un cofrade, el resto tenían la obligación de asitir al entierro con escapulario y vela, acompañando el cadáver con el estandaarte de la cofradía hasta el corro, lugar donde era costumbre despedir el duelo y donde se le rezaba el “escapulario”. Se debía aplicar una misa de requiem en la vigilia y se daría como limosna tres pesetas con cincuenta cétimos y un real para el responso. Para sufragar estos gastos cada hermano debía contribuir con cinco céntimos de peseta.