El Románico pronto se introduce en las dimensiones interiores, despierta sentimientos (recogimiento, reconfortación); espolea la imaginación, nos traslada a una época donde conviven grifos y arpías con soldados y reyes magos, todos tan reales como cotidianos; estimula el pensamiento y la memoria, restaura la herencia de la que goza el Pueblo de Dios, comprometido con su transmisión. En definitiva, el Románico nos llega al centro del corazón, deja su huella en ese estadio interior común a todos los hombres, demostrando su carácter integrador de toda la humanidad. Este sí es un arte para la Paz.
Florentino Nevado. Octubre 2005.
Florentino Nevado. Octubre 2005.