Más allá de la noche que me cubre,
Iluminando la iglesia de Santa Eulalia
en esta villa palentina de Paredes de Nava,
cuna del poeta Jorge Manrique,
doy gracias a los dioses que puedan existir
por mi alma inquieta.
En las azarosas garras de las circunstancias
no he gemido ni llorado.
Sometido a los golpes del azar
mi cabeza sangra, pero está erguida.
Recuerdo este lugar de mis ancestros,
soy el amo de mi destino,
soy el capitán de mi alma.
Y de pronto, oigo una voz que me susurra:
No te rindas, aun estás a tiempo
de alcanzar y comenzar de nuevo.
No te rindas que la vida es eso,
continuar viaje,
perseguir sueños,
destrabar el tiempo,
correr los escombros,
y destapar el cielo.
J. J. C.
Iluminando la iglesia de Santa Eulalia
en esta villa palentina de Paredes de Nava,
cuna del poeta Jorge Manrique,
doy gracias a los dioses que puedan existir
por mi alma inquieta.
En las azarosas garras de las circunstancias
no he gemido ni llorado.
Sometido a los golpes del azar
mi cabeza sangra, pero está erguida.
Recuerdo este lugar de mis ancestros,
soy el amo de mi destino,
soy el capitán de mi alma.
Y de pronto, oigo una voz que me susurra:
No te rindas, aun estás a tiempo
de alcanzar y comenzar de nuevo.
No te rindas que la vida es eso,
continuar viaje,
perseguir sueños,
destrabar el tiempo,
correr los escombros,
y destapar el cielo.
J. J. C.