(Se me cortó el anterior comentario sobre las fiestas del pueblo y por lo tanto sigo con el mismo) Decía que la Cruz Procesional tenía que llevarla el antepenúltimo hombre del pueblo que se hubiera casado. Para el baile de la tarde venían al pueblo toda clase de vendedores ambulantes que instalaban sus puestos alrededor del lugar acotado para el baile en la era que había a la derecha de la Iglesia. La mayor delicia de la fiesta, tanto para los mayores como para los niños, era la habitual llegada de un carro de helados con sus dos tapaderas redondas en forma de pirámide escalonada para refrescar los sofocantes calores del verano. (Soy Manolito, el hijo menor de Leoncio Serrano y espero que me disculpéis por las jugarretas que me está haciendo el ordenador al realizar estos comentarios: me los separa, me los borra, aparecen y desaparecen, lo que hace que en algunas ocasiones salgan repetidos. Os pido mil perdones).