Esta enorme Cruz de piedra en el "camposanto" de Payo de Ojeda, nos recuerda el lugar en el que fue enterrado el ilustre Ingeniero del Canal de Castilla Juan de Homar. Como mañana es el día de Todos los Santos, me parece oportuno elevar una oración por todos los familiares, amigos y conocidos del pueblo que ya nos han dejado. Y si son desconocidos también porque, al ser hijos de Dios, todos se merecen una oración y un grato recuerdo en día tan señalado. En ese hermoso y pequeño cementerio, donde parece que todos los allí enterrados continúan charlando entre sí como si no se hubieran muerto, se encuentran enterrados bajo tierra mis abuelos paternos Simón y Dominga, mi querido tío Nicolás (un hermano de mi padre) mi recordado tío Emilio (el del molino y primo carnal de mi padre), su hermano Vicente (el marido de mi tía Nati y que con anterioridad a Don Matías había sido el Secretario del Ayuntamiento), la propia tía Nati y su hermana Emiliana, mi tío Tomás Val y su hermano el tío Odorico, Josefa Val Tobalina "la Pepa" (esposa de Gerardo e hija de mi tío Tomás Val), el propio Gerardo siempre campechano y sonriente, Toño (el hijo de mi prima Esther Serrano y su marido Paco), y tantos y tantos amigos y conocidos del pueblo como Restituto el panadero, que se alegraba muchísimo cada vez que yo aparecía por el pueblo. ¡Cómo han cambiado los tiempos! Durante los primeros ocho años de mi vida en los que viví en el pueblo, sólamente existía esa gran Cruz en el cementerio en recuerdo de Juan de Homar. Era la única que enseñoreaba el "camposanto" de Payo de Ojeda, ya que los enterramientos que pude presenciar se hacían directamente bajo la tierra del mismo. Una tierra en la que pasado algún tiempo se hundía al resquebrajarse la caja del enterrado. Hoy día las elegantes sepulturas de marmol inundan con aires de eternidad el bello "camposanto" del pueblo. (Soy Manolito Serrano, el hijo del maestro Leoncio Serrano).