Durante los primeros ocho años de mi vida en los que viví en compañía de mi familia en Payo de Ojeda, recuerdo que el secretario de este hermoso Ayuntamiento se llamaba Don Matías y su mujer Felicitas. Don Matías tenía colocado un pluviómetro en la esquina donde se iniciaba el muro de piedra que llegaba hasta las escaleras de las Escuelas y recuerdo que en más de una ocasión nos pilló alterando su contenido durante los recreos. Si no tenía agua, se la echábamos, y si la tenía se la quitábamos. (Soy Manolito, el último de los hijos del que durante ocho años fue el maestro del pueblo de su propio pueblo de nacimiento).