Esta es la Ermita de Payo de Ojeda dedicada a Santa María de la Vega cuya festividad se celebra todos los años el día 30 de Mayo. Se encuentra situada, aproximadamente, a medio kilómetro antes de entrar al pueblo por el Barrio de Abajo, viniendo por la carretera de La Vid de Ojeda y pasando por Micieces. Durante los ocho años que viví en Payo de Ojeda, desde el día 8 de Enero de 1.944 y finales del mes de Octubre del año 1.952, paseaba hasta ella la juventud del pueblo las tardes de los domingos y festivos. Entre esta Ermita y el pueblo existía una frondosa vega, hoy totalmente desnaturalizada por la concentración parcelaria de las tierras, en la que se encontraba la famosa fuente Anzorita, una fuente emblemática para el pueblo de la que salín grandes borbotones de agua fresa en su suelo arenoso. Hasta ella me acrecaba con mi padre cuando finalizaba las clases en la Escuela de Niños, porque muy cerca de ella teníamos un huerto llamado "el Prao Picón" en el que cogíamos las berzas y hortalizas para el consumo casero y de los conejos. Me acerqué hace unos años a verla con Paco, el marido de mi prima Esther Serrano, y ya no es lo que era. Sólamente vi una abundante charca en medio de un trigal que acredita su importancia de aquellos años. Fué delante de esta maravillosa fuente, que recuerdo con gran cariño, donde mi padre me explicó la alegoría mitológica del suplicio de Tántalo: un rey frigio que admitido a la mesa de los dioses del Olimpo les robó "el néctar" y "la ambrosía" para que lo probaran los mortales, no sin haber degollado previamente a su propio hijo Pélope para servirle como comida en dicho festín. Por eso Tántalo fue arrojado el Tártaro y quedó sumergido haasta el cuello en un lago junto al que crecían muchos árboles frutales, lo que le ocasionó el tormento de tener que sufrir el hambre y la sed al ver que el agua se escapaba de sus labios y que las ramas de los árboles se elevaban cuando su mano quería alcanzar los frutos. Pore dicha elegoría, cada vez que me acercaba con mi padre a la fuente Anzorita, bebía siempre de ella aunque no tuviera sed, cogiendo al agua con las manos del centro de la misma mientras veía saltar por su entorno alguna rana.