Para mis padres, (van en el trillo) y abuelos, que ya no están, para mis hermanos Luís, Félix, Avelino y hermana Merche, para toda la gente del pueblo, los que nos fuimos, casi la mayoría, y los que se quedaron. Así era la vida y así fue nuestra historia. Un besazo a todos.
Con sombrero de paja
y boina negra capada
juntos van en el trillo
mis padres, Sauli y Josefa,
y con ellos mi alma…..
que de la mano se fueron
él, al entrar la primavera,
ella, a primeros de invierno.
Por la época aquella
tiraban de tabla y cambicio
La Morena y la Chata…
……………………………………
Darían las doce,
las dos y las tres
hasta que poco a poco
se haría polvo la mies.
Habría que aparvar,
y barrer la era,
y cubrir de tamo
la paja y el grano
hasta el día de la bielda.
En total, la cosecha
al final de tarea
sería de once cargas:
Cinco de trigo
y seis de cebada.
LLegaría la merienda
a la sombra del carro
a la misma hora
de todas los tardes
y como en las casas
que huelen a cirrios,
a tizones y a brasas,
desde siempre se sabe
que habrá aperitivo,
casi seguro,
de vino y mendrugo,
escabeche y cebolla…
Después, más acarreo…
El padre en la tierra
y la madre en el carro
a romperse el pellejo
cargando morenas…
Félix, que era el más trasto,
y jugaba en la era
con Merche la hermana,
gruñirá protestando
por tener que arrastrar
de las morenas el bálago.
Luís se ha librado
de ir a las tierras
porque hoy le ha tocado
guardar las ovejas….
Así hasta mañana,
una y otra mañana….,
¡demasiadas mañanas!,
que tocará la campana
pequeña del campanario.
La misma que repica,
durante todos los días
a las cinco a las vacas,
a las ocho a la misa,
y a las 22 al rosario.
Y de nuevo otra vez
a cuidar la cabaña
y el resto a la mies…
El pequeño se cansa,
el mayor se revela…
se levanta la abuela
y establece la calma…
Los padres se miran
y guardan silencio…
Saben de sobra
que cogiendo gavillas
no hay porvenir
en aquella familia.
Vamos a huncir.
Ha llegado la hora,
murmura la madre….
Se hace silencio…
se miran los hijos
la abuela, el abuelo,
la hermana y el padre….
El perro, que estaba
tumbado en la puerta
que abre la casa
echando la siesta,
le huele a chamusca,
se arrasca la panza,
levanta y escapa.
Se rompe el silencio….
¡Está decidido,
le dice el pequeño,
nos vamos del pueblo…
nos tenemos que ir……!
Se marcha la abuela
a llorar a su alcoba…
Se levanta el abuelo,
que es perro viejo,
con la pipa en la boca
y escapa del fuego…
Se cogen las manos
la madre y el padre…
Saben de sobra
que ésa es la hora
que tenía que venir…..
Y camino a la robla….
como yo, como tú,
buscando otra historia,
buscando otra luz….
Después, con el tiempo,
a tu edad o la mía,
cuando vuelvas al pueblo,
contarás a tu nietos,
entre silencio y palabra,
lo que es la bedija,
la azadilla o el cesto
la aballica, el escriño
que cargabas de niño
en la cruz de tu espalda;
que amagrabas ovejas
con la cruz en el lomo,
unos años de teja
otros años de rojo.
Que a mitad de la tarde,
picabas el dalle
abrevabas las vacas,
enviscabas la perra
a la gallina más cerca,
preparabas el gario,
el careador o la escarda
y a ospar a otro lado…
Les hablarás de tus padres,
que son sus abuelos,
de tiempos pasados,
de la sota y el brezo….
de sudores sembrados
entre terrones y prados,
de las penas y sueños
que a la sombra del carro
te fuiste tejiendo
entre silencios y miedos…
Mirarás a tus nietos
y al verles dormidos
porque no les va el “cuento”
te dirás a ti mismo….
¡Para qué cuento esto…!
Santiago Calle
Con sombrero de paja
y boina negra capada
juntos van en el trillo
mis padres, Sauli y Josefa,
y con ellos mi alma…..
que de la mano se fueron
él, al entrar la primavera,
ella, a primeros de invierno.
Por la época aquella
tiraban de tabla y cambicio
La Morena y la Chata…
……………………………………
Darían las doce,
las dos y las tres
hasta que poco a poco
se haría polvo la mies.
Habría que aparvar,
y barrer la era,
y cubrir de tamo
la paja y el grano
hasta el día de la bielda.
En total, la cosecha
al final de tarea
sería de once cargas:
Cinco de trigo
y seis de cebada.
LLegaría la merienda
a la sombra del carro
a la misma hora
de todas los tardes
y como en las casas
que huelen a cirrios,
a tizones y a brasas,
desde siempre se sabe
que habrá aperitivo,
casi seguro,
de vino y mendrugo,
escabeche y cebolla…
Después, más acarreo…
El padre en la tierra
y la madre en el carro
a romperse el pellejo
cargando morenas…
Félix, que era el más trasto,
y jugaba en la era
con Merche la hermana,
gruñirá protestando
por tener que arrastrar
de las morenas el bálago.
Luís se ha librado
de ir a las tierras
porque hoy le ha tocado
guardar las ovejas….
Así hasta mañana,
una y otra mañana….,
¡demasiadas mañanas!,
que tocará la campana
pequeña del campanario.
La misma que repica,
durante todos los días
a las cinco a las vacas,
a las ocho a la misa,
y a las 22 al rosario.
Y de nuevo otra vez
a cuidar la cabaña
y el resto a la mies…
El pequeño se cansa,
el mayor se revela…
se levanta la abuela
y establece la calma…
Los padres se miran
y guardan silencio…
Saben de sobra
que cogiendo gavillas
no hay porvenir
en aquella familia.
Vamos a huncir.
Ha llegado la hora,
murmura la madre….
Se hace silencio…
se miran los hijos
la abuela, el abuelo,
la hermana y el padre….
El perro, que estaba
tumbado en la puerta
que abre la casa
echando la siesta,
le huele a chamusca,
se arrasca la panza,
levanta y escapa.
Se rompe el silencio….
¡Está decidido,
le dice el pequeño,
nos vamos del pueblo…
nos tenemos que ir……!
Se marcha la abuela
a llorar a su alcoba…
Se levanta el abuelo,
que es perro viejo,
con la pipa en la boca
y escapa del fuego…
Se cogen las manos
la madre y el padre…
Saben de sobra
que ésa es la hora
que tenía que venir…..
Y camino a la robla….
como yo, como tú,
buscando otra historia,
buscando otra luz….
Después, con el tiempo,
a tu edad o la mía,
cuando vuelvas al pueblo,
contarás a tu nietos,
entre silencio y palabra,
lo que es la bedija,
la azadilla o el cesto
la aballica, el escriño
que cargabas de niño
en la cruz de tu espalda;
que amagrabas ovejas
con la cruz en el lomo,
unos años de teja
otros años de rojo.
Que a mitad de la tarde,
picabas el dalle
abrevabas las vacas,
enviscabas la perra
a la gallina más cerca,
preparabas el gario,
el careador o la escarda
y a ospar a otro lado…
Les hablarás de tus padres,
que son sus abuelos,
de tiempos pasados,
de la sota y el brezo….
de sudores sembrados
entre terrones y prados,
de las penas y sueños
que a la sombra del carro
te fuiste tejiendo
entre silencios y miedos…
Mirarás a tus nietos
y al verles dormidos
porque no les va el “cuento”
te dirás a ti mismo….
¡Para qué cuento esto…!
Santiago Calle