Luz ahora 0,15334 €/kWh

PORQUERA DE LOS INFANTES: Mª José: Es una historia muy bonita, si tú crees que...

Chic@s esta historia no si si merece la pena ponerla en nuestro anecdotario, ya que a Porquera le pila un poco de refilón.

El Cura el médico y el gato
Aquel Cura, había casado a mis padres, lo fue también durante muchos años de un pueblo cercano al nuestro. Le conocí ya cuando era mayor, pero aún conservaba su tipo atlético y una mirada seria y profunda, como de haber vivido muchas cosas, y en contraste al decir de mis padres era una persona muy jovial y puesto a contar anécdotas, pocos le igualaban por la buena sombra, la inteligencia y el humor con que las contaba.
Esta, que voy a referir era una de ellas.
Recién ordenado Sacerdote, le destinaron a un pueblo muy remoto del norte de la provincia de Palencia. Allí en una casucha medio arruinada, bastante alejada del poblado, vivía una Sra. que tenía fama de “bruja” en el sentido de que lo mismo sanaba una vaca, como curaba el brazo o la pierna rota de un campesino sin apósitos y escayolas o efectuba el tan traído y llevado "mal de ojo".. La Sra. vivía sola, no se le conocía familia ninguna y, a decir verdad nunca se le vio aparecer por la Iglesia, ni siquiera las fiestas más señaladas, que un cristiano debe de observar. Un día, no obstante fue a conversar con ella, pero fue despedido, con bastante poca amabilidad y con mucho resentimiento…
Aquel pueblo era atendido por un médico, con buenos principios cristianos y no más mayor que el mismo cura. Una tarde, llegó el a comunicar al cura, que la Sra. a la que nos referimos estaba con la salud muy precaria, y que a lo mejor era hora de cuidar de su alma, al tiempo que de su cuerpo. El cura no se hizo de rogar y al día siguiente tomó rumbo hacia la casucha; conforme se iba acercando a la misma, los gritos, improperios e insultos que salían de aquella casa parecían que no salían de una mujer enferma, con salud quebrantada, con lo que, nuestro cura volvió sobre sus pasos a su casa por temor a que esa irritación de la Sra. no sería bueno para su salud...
Enterado el médico, de este suceso, se ofreció a la mañana siguiente a acompañar al cura. Y así lo hicieron, iban de camino los dos, apostrofando el médico al cura, lo malas que eran las fantasías, y las creencias en brujas y esas cosas mas en un Ministo del Sr....…; en efecto llegaron hasta la casucha sin oír ningún tipo de insultos ni blasfemias. Entraron a la misma, y en un cuartucho de la planta baja, yacía la Sra. en una cama desvencijada con ropas raídas, que delataban una mísera pobreza. No bien entraron en la estancia, un gato de enorme tamaño saltó de la cama, trepó por debajo de la sotana del Cura, en cuestión de segundos y ante la sorpresa de los dos visitantes. El cura quiso zafarse del gato, mas, le era imposible, se sentía como si se asfixiara, le faltaba el aire, hasta que tuvo que salir de aquella casa, y como pudo llegó a la Iglesia, ya casi sin resuello abrió la puerta y se derrumbó en la pila del agua bendita. Justo en aquel momento el gato salió por donde había entrado entre bufidos y ruidos extraños salió corriendo por la puerta. El médico llegó a la Iglesia en el momento que el gato salía por el pórtico hecho una fiera.
En aquellos momentos médico y cura apenas pudieron articular palabra del susto que tenían en el cuerpo. El resto del día el cura lo pasó ayunando, rezando y meditando mientras el médico fuera a sus quehaceres
Al día siguiente, después de la misa, nuestro Cura, llamó al monaguillo más fuerte de los que tenía, le revistió con el roquete y la capilla y el hizo lo mismo, cogió el Agua Bendita, los Santos Óleos y la Eucaristía y ambos se dirigieron a la casucha. En contra de lo que cabría esperar, allí se encontraron con una Sra. bondadosa, afable, y encantada de recibir semejante visita, ya que veía muy cerca la hora de su muerte y quería poner en orden su alma. Cura y monaguillo le administraron los Santos Sacramentos, y al cabo de dos o tres días la Sra. murió en la paz del Sr. Entrada la madrugada.
Cuando el médico regresó al pueblo, quiso interesarse por la salud del cura, y al referirle este que sentía dolores fuertes en la espalda y las costillas, fue reconocido por aquél, quien le dictaminó unas quemaduras, hechas como de hierro al rojo vivo, que tuvo que curar durante largo tiempo. Solamente los dos sabían el origen de las mismas….. Pero al autor nunca se le volvió a ver y por más pesquisas, indagaciones y preguntas que hicieron al respecto, nadie en el pueblo vio ni recordaba haber visto un animal con las características que ambos describían….

Un abrazo
Mª José

Mª José: Es una historia muy bonita, si tú crees que tiene cabida ¡adelante!
D. BALBINO Y LAS TRILLAS
Hablando de anécdotas, os voy a contar una que nos pasó a Alberto y a mí con D. Balbino. Esto sucedió en Agosto en época de trillar. Unos trillábamos con trilla (arrastradas con vacas) y algunos con tractor. El Sr. Sebastián compró tractor ese año, pero a Alberto le gustaba las trillas tiradas por vacas, supongo que sería, porque las arrastradas por vacas tenías que ir obligatoriamente montado en la trilla, mientras que las arrastradas con tractor no se solía montar. De vez en cuando venía a mi era para montar en las trillas, pues bien, uno de esos días, después de montar en el "tiovivo" le acompañé a su casa, allí comenzó a dar "la lata" a su madre que quería que en su casa se volviera a trillar con trillas tiradas con vacas. Su madre le insistía que eso ya no era posible, entre otras cosas porque ya no tenían trillas suficientes. En la "discusión" la Sra. Felipa dijo: "si quieres más trillas, vais y se las pedís al cura". Pues dicho y hecho, nos acercamos a casa de D. Balbino, llamamos a la puerta, sale el Sr. Cura y Alberto le pide que, si le puede dejar unas trillas. La cara de asombro de D. Balbino aún la veo hoy en día, él nos decía que no las tenía y Alberto, más que yo, le insistía que le había dicho su madre que sí las tenía, nos despacho con cierto enfado y así nos fuimos. Volvimos a casa de Alberto y le contamos a su madre lo sucedido, la Sra. Felipa no daba crédito a lo sucedido y cuando yo lo conté en casa, ídem de lo mismo. No es que seriamos muy niños, pero si muy inocentes que por lo visto la frase "vas y se lo pides al cura" era muy frecuente cuando las cosas ni se podían conseguir, sería por eso de lo divino...
Un saludo. Pablo.