LECCIONES DE UNIVERSITARIO
Arsenio Aparicio, de 80 años, renunció a dejar Revilla para estudiar y decidió apostar por la vida rural
Yo no sé si te podré contar muchas cosas porque no fui a la universidad», me dice nada más sentarnos Arsenio Aparicio, de 80 años, nacido en Revilla de Collazos. Está preocupado porque quizás «no esté a la altura del reportaje», asegura con humildad, pero Arsenio pasa este particular examen de su vida con una matrícula de honor. Es un hombre bonachón, con gran sentido del humor y con una gran agilidad física, porque cuando le voy a hacer la foto echa a correr para colocarse en el sitio. «Me encanta caminar y salgo todos los días que puedo, cojo un palo o un paraguas y emprendo la marcha», explica.
Arsenio se mantiene en forma, pero no solo físicamente, sino también mentalmente. Porque siempre se le dio bien eso de las cuentas: las sumas, las restas, las reglas de tres, la regla de interés, la regla de compañía, la raíz cuadrada… Todo lo aprendió en sus años de escuela, y luego con una profesora particular, doña Pilar, de la que recibió clases hasta que cumplió los 21 años y se fue a la mili. «Siempre se me dieron bien las cuentas, aunque ahora la memoria ya me va fallando, pero todavía sé que dos y dos son tres», bromea y se ríe.
Las cuentas de la asociación de jubilados del pueblo, de la Cámara Agraria y del Ayuntamiento, pore jemplo, pasaron durante un tiempo por sus manos, y nunca hubo un fallo. Aunque su vida ha girado siempre en torno a la agricultura, y aunque en un momento tuvo la oportunidad de marchase fuera a estudiar, Arsenio decidió quedarse en su pueblo porque no le gustaban las ciudades y prefirió apostar por la vida rural. «Mi mujer y yo hemos trabajado mucho en el campo, y como veíamos que no teníamos mucho dinero, solo tuvimos un hijo, al que pudimos dar estudios», apunta. Lo que él no tuvo quiso dárselo después a su hijo, del que asegura que está muy orgulloso, al igual que de sus dos nietas.
Ahora, Arsenio Aparicio afirma que en todos los sitios hay 'perdis' -perdidos, aquellos que no quieren trabajar-, pero él no fue uno de ellos porque ha dedicado toda su vida a luchar para que su hijo tuviese una buena vida. «A nosotros, por fortuna, nunca nos faltó nada, pero, claro, solo teníamos un hijo, mientras que otras familias sí lo pasaron realmente mal», explica con pena. «Ahora se tienen hijos y no se piensa en la situación, en si se les puede mantener o no, y muchas veces la gente no se priva de cosas y derrocha el dinero», agrega. Ese no fue su caso, porque para criar a su hijo se privó de muchos caprichos para poder darle estudios, aunque de eso jamás se arrepentirá.
Al Santiago Bernabeu
Tampoco pudo en su juventud viajar tanto como le hubiese gustado, pero una vez jubilado ha visitado con su mujer muchos lugares, gracias a los viajes que organizaban en la asociación de jubilados. «Recuerdo cuando fui con mi hijo al Santiago Bernabeu, porque me encanta el fútbol, pero luego me sentí mal cuando supe lo que habían costado las entradas», recuerda. Y es que es de las personas que sabe valorar el dinero y privarse de caprichos.
En su juventud, al único sitio al que viajó fue a Bilbao para cumplir el servicio militar, y para Arsenio fueron los mejores años. «Disfruté mucho de ese tiempo en la mili, porque vi mucho fútbol, mucho San Mamés, y comí mejor que hasta en mi propia casa, muchas natillas y mucho arroz con leche», recuerda sonriendo. Ahora dedica su tiempo a los paseos y a la lectura, porque le encanta. «Leo cualquier cosa, porque me gusta mucho. Mira: hace poco mi hijo me ha enviado una revista de fútbol, y en eso estoy ahora», comenta.
Arsenio asegura con énfasis que no se quiere 'marchar' -alza su mano y señala el cielo- porque todavía tiene muchas cosas de las que disfrutar, como de sus nietas, de las que asegura «son dos auténticos ases en los estudios, y estoy muy orgulloso de ellas». También asegura que aún le quedan muchas cosas que aprender, y además porque le encanta su pueblo.
No es universitario, pero a mí me ha enseñado más que cualquier licenciado al uso. Al fin y al cabo, la carrera más difícil que todo ser humano tiene ante sí es pasar su vida lo más dignamente posible, y creo que Arsenio la ha aprobado con matrícula de honor.
Arsenio Aparicio, de 80 años, renunció a dejar Revilla para estudiar y decidió apostar por la vida rural
Yo no sé si te podré contar muchas cosas porque no fui a la universidad», me dice nada más sentarnos Arsenio Aparicio, de 80 años, nacido en Revilla de Collazos. Está preocupado porque quizás «no esté a la altura del reportaje», asegura con humildad, pero Arsenio pasa este particular examen de su vida con una matrícula de honor. Es un hombre bonachón, con gran sentido del humor y con una gran agilidad física, porque cuando le voy a hacer la foto echa a correr para colocarse en el sitio. «Me encanta caminar y salgo todos los días que puedo, cojo un palo o un paraguas y emprendo la marcha», explica.
Arsenio se mantiene en forma, pero no solo físicamente, sino también mentalmente. Porque siempre se le dio bien eso de las cuentas: las sumas, las restas, las reglas de tres, la regla de interés, la regla de compañía, la raíz cuadrada… Todo lo aprendió en sus años de escuela, y luego con una profesora particular, doña Pilar, de la que recibió clases hasta que cumplió los 21 años y se fue a la mili. «Siempre se me dieron bien las cuentas, aunque ahora la memoria ya me va fallando, pero todavía sé que dos y dos son tres», bromea y se ríe.
Las cuentas de la asociación de jubilados del pueblo, de la Cámara Agraria y del Ayuntamiento, pore jemplo, pasaron durante un tiempo por sus manos, y nunca hubo un fallo. Aunque su vida ha girado siempre en torno a la agricultura, y aunque en un momento tuvo la oportunidad de marchase fuera a estudiar, Arsenio decidió quedarse en su pueblo porque no le gustaban las ciudades y prefirió apostar por la vida rural. «Mi mujer y yo hemos trabajado mucho en el campo, y como veíamos que no teníamos mucho dinero, solo tuvimos un hijo, al que pudimos dar estudios», apunta. Lo que él no tuvo quiso dárselo después a su hijo, del que asegura que está muy orgulloso, al igual que de sus dos nietas.
Ahora, Arsenio Aparicio afirma que en todos los sitios hay 'perdis' -perdidos, aquellos que no quieren trabajar-, pero él no fue uno de ellos porque ha dedicado toda su vida a luchar para que su hijo tuviese una buena vida. «A nosotros, por fortuna, nunca nos faltó nada, pero, claro, solo teníamos un hijo, mientras que otras familias sí lo pasaron realmente mal», explica con pena. «Ahora se tienen hijos y no se piensa en la situación, en si se les puede mantener o no, y muchas veces la gente no se priva de cosas y derrocha el dinero», agrega. Ese no fue su caso, porque para criar a su hijo se privó de muchos caprichos para poder darle estudios, aunque de eso jamás se arrepentirá.
Al Santiago Bernabeu
Tampoco pudo en su juventud viajar tanto como le hubiese gustado, pero una vez jubilado ha visitado con su mujer muchos lugares, gracias a los viajes que organizaban en la asociación de jubilados. «Recuerdo cuando fui con mi hijo al Santiago Bernabeu, porque me encanta el fútbol, pero luego me sentí mal cuando supe lo que habían costado las entradas», recuerda. Y es que es de las personas que sabe valorar el dinero y privarse de caprichos.
En su juventud, al único sitio al que viajó fue a Bilbao para cumplir el servicio militar, y para Arsenio fueron los mejores años. «Disfruté mucho de ese tiempo en la mili, porque vi mucho fútbol, mucho San Mamés, y comí mejor que hasta en mi propia casa, muchas natillas y mucho arroz con leche», recuerda sonriendo. Ahora dedica su tiempo a los paseos y a la lectura, porque le encanta. «Leo cualquier cosa, porque me gusta mucho. Mira: hace poco mi hijo me ha enviado una revista de fútbol, y en eso estoy ahora», comenta.
Arsenio asegura con énfasis que no se quiere 'marchar' -alza su mano y señala el cielo- porque todavía tiene muchas cosas de las que disfrutar, como de sus nietas, de las que asegura «son dos auténticos ases en los estudios, y estoy muy orgulloso de ellas». También asegura que aún le quedan muchas cosas que aprender, y además porque le encanta su pueblo.
No es universitario, pero a mí me ha enseñado más que cualquier licenciado al uso. Al fin y al cabo, la carrera más difícil que todo ser humano tiene ante sí es pasar su vida lo más dignamente posible, y creo que Arsenio la ha aprobado con matrícula de honor.