Un
verano, sobre los años 1960. Una visita a Riberos, el
pueblo donde vivió mi madre, la
familia Salán.
Recuerdo el calor, el polvo y el olor a
trilla y sudor de personas y animales trabajando. Me recuerdo sentado a la
sombra de la gran olma que estaba a la entrada de la
iglesia. Desde allí arriba miraba pasar a las mulas arrastrando los
carros llenos de cereal en dirección a
las eras, a los hombres arreándolas, a las
ovejas y a las gallinas, libres por las
calles. También veía a las sobrinas del
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