Para todos con cariño,
para el río Pisuerga,
para Peter que ama al río
y en especial para Charo.
Con un “zaraballo” en la mano,
relleno con “cosas” de ahora,
y la bota de vino a la espalda,
este último fin de semana
fui a sentarme en la roca,
descascarillada, vieja y sola,
donde me siento alguna mañana…
No había ni piedra, ni sitio….
Estaba crecido el pantano
y se había tragado al río…
Con algo de grima en su cara
y sin ninguna clase de agobio,
me pareció cosa rara
que mirara sin rabia ni odio
a los hombres que por allí paseaban…
El río, que tanto me atrapa,
mi amigo, me dijo: Si miras al cielo,
los montes hacen montaña
y si cierras un momento los ojos,
verás cómo entra en el cuerpo
y en lo más profundo del alma
el frío del aire que llega del bierzo.
Había en el cauce otras piedras
talladas a capricho de lluvias,
de soles, tormentas y vientos.
No estaban como la mía era,
ni labradas al mimo del agua…
Sentado en una de ellas, cualquiera,
con los pies, en el agua, descalzos,
oía sonar al río lejano
hasta que al llegar al pantano
perdía en él el sonido.
Me pregunté si no tendría sentido,
cuando mi tiempo llegara,
dormir en su lecho mi alma
y teñir de cenizas la corriente
para que a su ritmo las bajara
hasta mezclarlas con los lodos
que formaban bajo el puente
las casas, las huertas y los chopos…
Un abrazo.
para el río Pisuerga,
para Peter que ama al río
y en especial para Charo.
Con un “zaraballo” en la mano,
relleno con “cosas” de ahora,
y la bota de vino a la espalda,
este último fin de semana
fui a sentarme en la roca,
descascarillada, vieja y sola,
donde me siento alguna mañana…
No había ni piedra, ni sitio….
Estaba crecido el pantano
y se había tragado al río…
Con algo de grima en su cara
y sin ninguna clase de agobio,
me pareció cosa rara
que mirara sin rabia ni odio
a los hombres que por allí paseaban…
El río, que tanto me atrapa,
mi amigo, me dijo: Si miras al cielo,
los montes hacen montaña
y si cierras un momento los ojos,
verás cómo entra en el cuerpo
y en lo más profundo del alma
el frío del aire que llega del bierzo.
Había en el cauce otras piedras
talladas a capricho de lluvias,
de soles, tormentas y vientos.
No estaban como la mía era,
ni labradas al mimo del agua…
Sentado en una de ellas, cualquiera,
con los pies, en el agua, descalzos,
oía sonar al río lejano
hasta que al llegar al pantano
perdía en él el sonido.
Me pregunté si no tendría sentido,
cuando mi tiempo llegara,
dormir en su lecho mi alma
y teñir de cenizas la corriente
para que a su ritmo las bajara
hasta mezclarlas con los lodos
que formaban bajo el puente
las casas, las huertas y los chopos…
Un abrazo.