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SALINAS DE PISUERGA: No hay de qué dar las gracias Santi, no se merecen....

No hay de qué dar las gracias Santi, no se merecen. Es para mí una satisfación tomar parte en este intercambio de recuerdos. Lo consideraba una contraprestación, pero he de reconocer que para mi es mucho más. Siempre que tomo parte en este foro recibo mucho más de lo que aporto.
¿Cuantos años hace que no voy por Salinas?... Una eternidad, amigo Santi. Corria el año 1968.
Pienso que cada pueblo, cada zona, cada comarca, tienen su propia personalidad y ofrecen y causan al visitante una particular imagen y una impresión especial. Por que a Salinas se le reconoce por su iglesia, sus casas, su puente, su rio... Pero Salinas es mucho más, por que a ún pueblo le hacen sus gentes, las cuales van dejando en el, el sello de su personalidad y la obra de su vida.
Salinas no iba a ser diferente, y desde luego el recuerdo que llevo con migo es muy intenso: Recuerdo un Salinas abrazado estrechamente a su rio y a la carretera, que le parte en dos, una carretera que era plaza, calle y paseo. Un pueblo lleno de vida, enamorado de sí mismo, que si llegabas por el norte, te recibia la estación de "La Robla", y el rumoroso rio Pisuerga te regalaba el frescor de su frondosa chopera, que justo aquí, se aproxima al pueblo para darle su nombre. Y si lo haces por el sur, viniendo por la carretera de Aguilar, como si lo hacias por la de San Mames, te recibian las apacibles eras que coronaban el pueblo, con sus casetas de aperos desperdigadas por la pradera.
Y ya en Salinas, multitud de rincones acogedores, casas familiares, con patios, huertas y jardines alrededor, constituian pequeños mundos, en los que la actividad, los ganados y los aperos de labranza, tenían vida y espacio.
Recuerdo a la chiquillería, que no era poca, jugando y corriendo de un lugar a otro, el olor tan familiar y amigable de cuadras y ganados, el ladrido de los perros, ese olor a leña quemada, inconfundible y que recordais Santi y Eduardo... Salinas era un pueblo muy importante, tenía juzgado y guardia civil, dos cantinas y un molino extraordinario. Pero por encima de esas cosas tenía encanto, el encanto de sus huertas y arboleda, pero, sobretodo, el encanto del viejo camino que bordeando el Pisuerga, encajonado en el verde de espesos setos formados por múltiples matas, escobas, zalgueras y zarzas. Camino que me llevaba de vuelta a casa, y que me hace recordar tiempos y sensaciones vividas pero nunca olvidadas.
¿Comparable a "Platero y yo"?... ¿Con mi vaquerillo?... ¿Por qué no?.
Desde este puente que tantos recuerdos gratos despierta en mi, os mando un abrazo. Lamento la ausencia de Emigrao, aunque sea por corto tiempo. Que lo pases bien, por aquí estaremos.
Charo.