Es invierno. La espadaña sigue firme en su sencilla grandiosidad. Y nos mira, una vez más, pidiendo ayuda a través de sus troneras. Ella como nadie es testigo de un abandono que a todos nos debiera doler. Fue levantada en tiempos de no muchos recursos, con esperanza de eternidad. Hoy, con más recursos que nunca, no somos capaces de mantener el arte que nos dejaron nuestros antepasados. ¿Que futuro estamos contruyendo?