Ahí están al borde del camino
los largos holgazanes,
sin nada que hacer,
volviéndose cada vez más largos.
Ahí están con su cuello rígido
los enormes chopos,
y no parecen hacer nada más
que agitarse con sus hojas.
No producen nada, no arrojan sombra,
y roban donde palpitamos
nuestra vista del paisaje.
¿A quién pueden gustarle?
Es de Friedrich Rückert y no es disparate si al revés te lo digo para que lo entiendas. Porque los chopos son bellos, arrulladores, dan sombra y, además, sujetan el suelo disminuyendo así los aterramientos; es cierto que pueden chuparle agua al Canal, pero no es menos cierto que se la devuelven con creces mitigando la evaporación de su lámina. ¿A quién no le pueden gustar estos árboles?
los largos holgazanes,
sin nada que hacer,
volviéndose cada vez más largos.
Ahí están con su cuello rígido
los enormes chopos,
y no parecen hacer nada más
que agitarse con sus hojas.
No producen nada, no arrojan sombra,
y roban donde palpitamos
nuestra vista del paisaje.
¿A quién pueden gustarle?
Es de Friedrich Rückert y no es disparate si al revés te lo digo para que lo entiendas. Porque los chopos son bellos, arrulladores, dan sombra y, además, sujetan el suelo disminuyendo así los aterramientos; es cierto que pueden chuparle agua al Canal, pero no es menos cierto que se la devuelven con creces mitigando la evaporación de su lámina. ¿A quién no le pueden gustar estos árboles?