San Quirce del Río Pisuerga. Este antiguo municipio burgalés fue decayendo en el discurrir del siglo XX, con la merma constante de su población, incrementada en sus últimas décadas, que emigró buscando un mejor modo de vida en las ciudades por una parte, y más significativa, por otra, al desaparecer como ayuntamiento propio, pasando a depender en el año 1.973 con todo su territorio municipal al de Alar del Rey, suponiendo tal hecho también un cambio de provincia, dejando de ser burgalés para ser palentino desde entonces.
Y para aquellas personas que hoy ya somos abuelos y abuelas, que vivimos repartidos por diferentes lugares, en ciudades o pueblos lejos de esa tierra que nos vio nacer y en la que tenemos nuestras raíces; los niños y niñas de antaño que aprendimos en sus escuelas, en su iglesia; los que pasamos allí años de infancia, de adolescencia, de juventud, que todavía somos bastantes, San Quirce, sigue siendo una referencia para nosotros. ¿Quién de nosotros no siente nostalgia al recordar aquél San Quirce?
Que San Quirce en torno a su antigua Abadía tiene su historia es indudable, y sería bueno rescatar sacando a luz lo que sepamos de ella, así como ciertas costumbres y tradiciones, hechos y anécdotas; para que se mantenga viva la memoria de nuestro pueblo para las nuevas generaciones, para los oriundos de San Quirce, para todos. Para hacerle menos olvidado, poniéndole en el lugar que se merece.
La historia a veces se mezcla e incluso se transforma en leyenda y así se transmite de generación en generación, pero rebuscando en anales, en archivos, se encuentran sorprendentes documentos que nos relatan hechos, sucesos desconocidos e inéditos que, habiendo tenido lugar hace mucho tiempo, permanecen sumidos en el más profundo de los olvidos, y que para muchas personas siempre resulta agradable conocer, más aún cuando la sentimos cercana al referirse a nuestra tierra.
Esta es una de esas historias en la que se habla de San Quirce, de un hecho que sucedió allí hace cuatro siglos, en el año 1.611:
Escrito en castellano antiguo se relata en un documento cómo en el invierno de 1.611 dos monjes que viajaban a San Quirce en carretas tiradas por caballerías, procedentes de Villadiego, en cuyo Partido estaba encuadrado este pueblo, dentro de la Cuadrilla de Amaya, se vieron sorprendidos en las cercanías, en el camino de Tábanos, por unas fuertes tormentas de nieve quedando atrapados, lo que dio lugar a que los monjes de la abadía de San Quirce, ayudados por gentes del pueblo, les prestaran auxilio rescatándoles de la nieve y dándoles cobijo, alimentación y cuidados tanto a las personas como a los animales durante el tiempo necesario hasta que, cumplida la misión del viaje, pudiesen emprender el regreso en condiciones seguras.
El alcalde de San Quirce envió sin tardanza a un mensajero, “un mozo sobre caballo”, para que fuese a Villadiego con el recado de dar noticia, para informar de todo lo sucedido, al abad del monasterio de donde venían dichos religiosos.
En agradecimiento a este gesto de hospitalidad se recibió en San Quirce más tarde, al cabo de un tiempo, un escrito dirigido a su Alcalde, una bula en la cual dicho abad disponía que, como privilegio especial, los vecinos del pueblo recibiesen alojamiento gratuito en su monasterio cuando fuesen a Villadiego o en su paso por dicha localidad hacia Burgos, capital de la Intendencia del mismo nombre, concesión de la que solo disfrutaban los vecinos de San Quirce y no otros de los diferentes pueblos y lugares del entorno.
La misión con la iban a San Quirce estos frailes era la de ejecutar la correspondiente recaudación de los “diezmos para Iglesia” en esta población, que se supone contaba entonces con bastantes vecinos, como perteneciente a la Jurisdicción de señorío de Villadiego. Y dicha recaudación se realizaba bajo la supervisión y control de dos tasadores, Pedro Ruiz y Toribio Barriuso, a la sazón Alcalde Pedáneo y Juez de Paz, respectivamente, de San Quirce, quienes determinaban la cantidad que cada vecino debía aportar en cereales o legumbres, en función las cosechas que habían obtenido, en la medida agraria castellana de celemín entero, medio o cuartillo. También informaban de aquellos vecinos que debían de quedar exentos de esta contribución, por diferentes causas, o aprobaban que otros pudieran satisfacer sus obligaciones, mediante el pago equivalente en reales, la moneda más en uso en aquella época en Castilla.
Las condiciones y calidad de vida en aquellos tiempos se puede deducir por la media de vida, que solo alcanzaba los 46 años, no solamente en San Quirce sino en la mayoría de la geografía castellana así como en otros territorios del Reino. Y el porcentaje de analfabetismo era muy alto, situándose en el 80% de la población de San Quirce.
Este relato es una aportación totalmente fidedigna y documentada de nuestro historiador de San Quirce, el amigo Carmelo Serrano Bravo; a él es a quien debemos agradecer y atribuir este comentario. Yo me he limitado a transcribir, como mejor he podido, esta historia de la que él me ha hablado en varias ocasiones. Gracias, Carmelo.
Un saludo para toda la gente de San Quirce, para los presentes y para los ausentes, para todos los que tienen alguna relación con el mismo. Para todo el pueblo, en estos días de celebración de las Fiestas de San Quirico y Santa Julita del 2.011.
Y para aquellas personas que hoy ya somos abuelos y abuelas, que vivimos repartidos por diferentes lugares, en ciudades o pueblos lejos de esa tierra que nos vio nacer y en la que tenemos nuestras raíces; los niños y niñas de antaño que aprendimos en sus escuelas, en su iglesia; los que pasamos allí años de infancia, de adolescencia, de juventud, que todavía somos bastantes, San Quirce, sigue siendo una referencia para nosotros. ¿Quién de nosotros no siente nostalgia al recordar aquél San Quirce?
Que San Quirce en torno a su antigua Abadía tiene su historia es indudable, y sería bueno rescatar sacando a luz lo que sepamos de ella, así como ciertas costumbres y tradiciones, hechos y anécdotas; para que se mantenga viva la memoria de nuestro pueblo para las nuevas generaciones, para los oriundos de San Quirce, para todos. Para hacerle menos olvidado, poniéndole en el lugar que se merece.
La historia a veces se mezcla e incluso se transforma en leyenda y así se transmite de generación en generación, pero rebuscando en anales, en archivos, se encuentran sorprendentes documentos que nos relatan hechos, sucesos desconocidos e inéditos que, habiendo tenido lugar hace mucho tiempo, permanecen sumidos en el más profundo de los olvidos, y que para muchas personas siempre resulta agradable conocer, más aún cuando la sentimos cercana al referirse a nuestra tierra.
Esta es una de esas historias en la que se habla de San Quirce, de un hecho que sucedió allí hace cuatro siglos, en el año 1.611:
Escrito en castellano antiguo se relata en un documento cómo en el invierno de 1.611 dos monjes que viajaban a San Quirce en carretas tiradas por caballerías, procedentes de Villadiego, en cuyo Partido estaba encuadrado este pueblo, dentro de la Cuadrilla de Amaya, se vieron sorprendidos en las cercanías, en el camino de Tábanos, por unas fuertes tormentas de nieve quedando atrapados, lo que dio lugar a que los monjes de la abadía de San Quirce, ayudados por gentes del pueblo, les prestaran auxilio rescatándoles de la nieve y dándoles cobijo, alimentación y cuidados tanto a las personas como a los animales durante el tiempo necesario hasta que, cumplida la misión del viaje, pudiesen emprender el regreso en condiciones seguras.
El alcalde de San Quirce envió sin tardanza a un mensajero, “un mozo sobre caballo”, para que fuese a Villadiego con el recado de dar noticia, para informar de todo lo sucedido, al abad del monasterio de donde venían dichos religiosos.
En agradecimiento a este gesto de hospitalidad se recibió en San Quirce más tarde, al cabo de un tiempo, un escrito dirigido a su Alcalde, una bula en la cual dicho abad disponía que, como privilegio especial, los vecinos del pueblo recibiesen alojamiento gratuito en su monasterio cuando fuesen a Villadiego o en su paso por dicha localidad hacia Burgos, capital de la Intendencia del mismo nombre, concesión de la que solo disfrutaban los vecinos de San Quirce y no otros de los diferentes pueblos y lugares del entorno.
La misión con la iban a San Quirce estos frailes era la de ejecutar la correspondiente recaudación de los “diezmos para Iglesia” en esta población, que se supone contaba entonces con bastantes vecinos, como perteneciente a la Jurisdicción de señorío de Villadiego. Y dicha recaudación se realizaba bajo la supervisión y control de dos tasadores, Pedro Ruiz y Toribio Barriuso, a la sazón Alcalde Pedáneo y Juez de Paz, respectivamente, de San Quirce, quienes determinaban la cantidad que cada vecino debía aportar en cereales o legumbres, en función las cosechas que habían obtenido, en la medida agraria castellana de celemín entero, medio o cuartillo. También informaban de aquellos vecinos que debían de quedar exentos de esta contribución, por diferentes causas, o aprobaban que otros pudieran satisfacer sus obligaciones, mediante el pago equivalente en reales, la moneda más en uso en aquella época en Castilla.
Las condiciones y calidad de vida en aquellos tiempos se puede deducir por la media de vida, que solo alcanzaba los 46 años, no solamente en San Quirce sino en la mayoría de la geografía castellana así como en otros territorios del Reino. Y el porcentaje de analfabetismo era muy alto, situándose en el 80% de la población de San Quirce.
Este relato es una aportación totalmente fidedigna y documentada de nuestro historiador de San Quirce, el amigo Carmelo Serrano Bravo; a él es a quien debemos agradecer y atribuir este comentario. Yo me he limitado a transcribir, como mejor he podido, esta historia de la que él me ha hablado en varias ocasiones. Gracias, Carmelo.
Un saludo para toda la gente de San Quirce, para los presentes y para los ausentes, para todos los que tienen alguna relación con el mismo. Para todo el pueblo, en estos días de celebración de las Fiestas de San Quirico y Santa Julita del 2.011.