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SAN QUIRCE DE RIOPISUERGA: Cualquier fotografía de San Quirce, de las que aparecen...

Cualquier fotografía de San Quirce, de las que aparecen en esta página, me hace reflexionar. Y me gusta hacerlo tensando los hilos de mis recuerdos, queriendo revivirlos con intensidad. Me recreo a veces como si viajara de excursión a mi pasado, ampliando el plano de mi memoria para poder construir lo más completo posible algo así como un mapa en el que pueda ver mi vida de infancia feliz en San Quirce.
Mirando esta imagen del viejo ayuntamiento de San Quirce, en el que también estaban las escuelas, veo aquel grupo de niños, que bajo la tutela de sus maestros, don José, primero, y más tarde don Donato y don Jaime, aprendíamos sus enseñanzas con afición, con emulación constante, casi con voracidad, porque entonces la asistencia a la escuela era algo sagrado. Pienso en aquel grupo de chavales de la escuela de los chicos, también en la de las chicas en otro lugar en el mismo edificio. Entre todos formábamos un grupo escolar numeroso. Entonces San Quirce, hace casi sesenta años, no se parecía en absoluto a lo que es ahora, es indudable que tenía más vida, que aquel pueblo era completamente distinto a como es actualmente.
Reflexiono en cómo la mayoría, si no la totalidad, de aquellos niños y niñas, quienes conformábamos el grupo de edad escolar, al igual que otros anteriores, y como los pequeños árboles del vivero que hay que trasplantar, estábamos destinados a continuar nuestra vida en otros lugares, a la emigración, porque allí solamente había sitio para muy pocos. ¿Para los más afortunados? Tal vez. ¿Cuántos nativos de San Quirce estamos esparcidos por ahí, en cualquier lugar de España o de otros países? (Carmelo, con su memoria especial, podría hacer una relación bien detallada de todos). Fuera, sin poder olvidar nuestro origen, cada uno con nuestra propia historia, hemos continuado y reconstruido nuestras vidas, nuestras propias familias, hasta considerarnos plenamente absorbidos e integrados en la sociedad, cultura y costumbres de esa otra tierra a la que queremos como nuestra de pleno derecho.
Se nos arrancó las raíces, pero se nos dio alas. El desarraigo duele, pero también es necesario para el verdadero desarrollo del ser humano. Por eso las mujeres paren con dolor y sus hijos nacen llorando. La raíz es el cordón umbilical que hay que cortar para poder crecer, para poder volar, para desarrollar el potencial que cada uno tenemos. El Destino nos arrancó de nuestro solar, de San Quirce, pero nos dio el mundo. Estábamos abocados a ello y ni siquiera se puede plantear que hubiera sido de cada uno de habernos quedado allí, qué seriamos de haber continuado atados a nuestras raíces…
Desde aquí quiero enviar un abrazo para todos aquellos “niños y niñas” de las escuelas de San Quirce, con un recuerdo muy especial para los que ya no están entre nosotros.