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SAN QUIRCE DE RIOPISUERGA: SUEÑOS...

SUEÑOS

… “Niño, me canso mucho al caminar si no lo hago despacio, el asma me fatiga cada vez más, se que voy a morir pronto”, le decía su padre a aquel chiguito de 13 años. Ambos caminaban por la orilla del Canal, la corta distancia que separa Alar de San Quirce. Venían de Burgos. “Pues apóyese en mi, padre, y caminemos despacio”. Era un día soleado del mes de abril, cuando la primavera se manifiesta con toda su fuerza en esas tierras castellanas.

Diecisiete días más tarde la premonición de su padre se cumplió, los peores temores con los que había convivido aquel niño cada uno de aquellos días se hicieron realidad. Estuvo a su lado en los últimos momentos de su vida, le vio agonizar absorto; mudo sin palabras, seco sin lágrimas. Paralizado, confundido y asustado, como ante un hecho irreal e imposible. Ante un mal sueño. Eran las primeras horas de la noche y aquel chaval, aquel niño, salió de su casa para estar solo, para poder expresar sus sentimientos en soledad, para caminar así sin dirección fija. En el exterior el manto de la noche ya avanzada lo envolvía todo, arropando sus tristezas y su confusión. Invadido por un dolor inmenso, por la pena y la rabia, se quedó tumbado sobre la fresca hierba de las eras, mirando al cielo de San Quirce cubierto de estrellas. Y siguió caminando por la eras, hasta divisar abajo el curso plateado del Canal de Castilla, la luna se reflejaría en sus aguas en su caminar lento hacia un mar lejano y desconocido y grande, tanto como el desamparo de aquel niño, ajenas al sufrimiento y soledad por la pérdida de su padre. Y entonces si, solo y sin testigos, sin que nadie le viera ni oyese, bañado en torrente desbordado de lágrimas recobró su voz con los gritos de ¡padre, padre, padre…!

En la noche de ayer, 27 de abril, hace 57 años, tenía lugar este “sueño”, la más triste y dura realidad de mi vida. El reino de los muertos se llevaba al mejor padre, al que, con estas palabras, rindo mi más sentido homenaje con el mejor de los recuerdos.