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SAN QUIRCE DE RIOPISUERGA: Visito esta página de San Quirce y veo que la misma...

Visito esta página de San Quirce y veo que la misma sigue igual, con escaso movimiento. Somos pocos pero noto la falta de nuevas imágenes por parte de aquellos de este pequeño foro que lo hacían tan bien, con muy buenas fotografías; tampoco los comentarios abundan últimamente.

Se cosas de San Quirce, de su actualidad y pequeños avatares, porque tengo un magnifico informante que me recrea con sus relatos. Y yo no me canso de entrar en esta página, lo hago cada día en mi primera conexión, y a veces me extiendo observando cada detalle de algunas de sus imágenes, observando la belleza de las mismas, para mi idealizada y puesta en lugares preferentes de mi corazón. Ese pequeño pueblo y su entorno me sigue pareciendo así, bonito, tienen unos significados muy especiales para mí. La belleza tiene esas cosas, que a veces despierta las emociones y las coloca a flor de piel. La memoria, a parte de ser selectiva y a veces gran continuadora de mitos y leyendas, también se hace reproductora de historias vividas tal y como sucedieron exactamente, sin contaminación alguna, con matices, sonidos y colores, permitiendo después de mucho tiempo transcurrido hacer algún análisis del contexto y del porqué de ciertos comportamientos, expresiones, actitudes de los protagonistas de las mismas.

Las historias o vivencias no se borran de las mentes como los sueños cuando abrimos los ojos y descubrimos de inmediato que estábamos dormidos. Las llevamos siempre dentro. Y así hoy, con una mezcla de emociones y sentimientos al recordar, y una vez aclarada mi identidad a Eloy, también nuestro parentesco, quiero dedicarle este comentario hablando de su abuela, María Gutiérrez Barrio, de mi tía María, parte de mi familia paterna.

Recuerdo con cariño y ternura a aquella mujer, la hermana mayor de mi padre porque de ella yo también percibí de alguna manera ese mismo cariño. Siempre vestida de negro, con el pañuelo cubriendo su cabeza; ya mayorcita con las arrugas propias de la edad en su rostro; seria y austera, de mirada observadora y algo suspicaz; con una expresión muy especial que yo captaba perfectamente cuando nos encontrábamos en cualquier lugar. Me solía hacer preguntas, me decía muchas veces que me portara bien con todos, “tu padre siempre te llama niño y te tiene demasiado mimado, has crecido mucho y ya no eres tan niño”; “ ¿es cierto que te van a llevar a Burgos a estudiar en un colegio?, pues espero que no te vayas sin despedirte de mi”. Algunas veces me mandaba entrar en su casa para estar con ella, para hablar conmigo, para escuchar la radio, me decía, y me daba un chocolate tan fuerte que a mi no me gustaba demasiado, “demonio de chiquito que no le gusta el chocolate”. A veces me hablaba pronunciando mi nombre de forma diminutiva, terminado en “illo”. ¡La tía María!.

Te voy a contar una pequeña historia, Eloy, que siempre he recordado con un esbozo risueño. Una travesura de niños sin maldad alguna y en la que ella se hizo protagonista accidentalmente. Yo era un niño de diez años, uno más de aquellos chavales de San Quirce que, como cualquier otro, participaba y se divertía con aquellos juegos que tan bien describía Carmelo en uno de sus recientes comentarios. Un poco tímido, nunca me destaqué por travesuras. Pero en una ocasión si le hice una a mi tía María, de forma casual, repito, porque no iba dirigida a ella. Era una tarde de un día de verano y yo me encontraba sentado en la puerta de mi casa en compañía de Delfino y Julián, un primo mío por parte materna, unos años menor, que vivía en Cervera y al que le gustaba venir a San Quirce en verano para estar conmigo. A éste si que le gustaban las travesuras y creo que fue el inductor de la nuestra, aunque el autor material fuese yo. Pusimos una pequeña cartera de plástico amarrada con un hilo en el suelo, a unos metros de nosotros para que la viera la gente que pasaba y al agacharse para cogerla, si lo hacían, tirar del hilo rápidamente. Que la tía María iba a ser la primera persona en pasar por allí sería algo no pensado, que ella no era la destinataria del juego, seguro. Pero así fue. La estoy viendo ahora aparecer por la esquina caminando despacio vestida de negro con su pañuelo en la cabeza, lo hacía cada día a la misma hora hacia su gallinero que tenía unos metros más arriba, con una lata con pienso para sus gallinas. Nuestras miradas se cruzaron como siempre, tal vez ella pensara en algún plan conspirativo por parte de aquellos chiguitos. Continuó su camino y vio la carterilla en el suelo y se agachó a cogerla. Yo tenía el hilo en mis manos preparado para tirar del mismo. Y lo hice, dejando a la tía María con la mano abierta, agachada y sorprendida. “Vaya. Pero bueno, ¿qué ha sido esto?, sinvergüenzas, ¿es que no tenéis otra cosa que hacer?, demonios de chiquitos, no piensan más que en travesuras”. También ahora, mientras escribo esto estoy oyendo su voz. Continuó su camino y al regreso nos volvió a encontrar en el mismo lugar, incluida la cartera colocada de nuevo en su sitio a la que apartó con el pie.” ¿Acaso pensabais que volvería a caer en vuestra trampa de nuevo para reíros de mi?” Yo la miraba con temor pero aguantando la risa. Ella también esbozaba una sonrisa. Aunque de manera reprobatoria se dirigió a mi únicamente. “Pero qué cosas se te ocurren”, “se lo voy a decir a tu padre para que sepa lo que haces”. Continuó el camino a su casa y se volvió para mirarme antes de doblar la esquina. Yo sabía que no estaba enfadada conmigo, así lo demostró después, seguro que alguna vez también se reiría por lo ocurrido. A mi padre no le dijo nada, si lo supo fue porque yo, con mis temores, no tarde en contárselo. “Esas cosas no se hacen nunca, con las personas mayores no se juega. No lo vuelvas a hacer", fue todo lo que me contestó reprimiendo una sonrisa.

He disfrutado, Eloy, contándote esta pequeña historia con la que he recordado especialmente a tu abuela, mi tía María. Me he vuelto a reír. Y he vuelto a experimentar mis sentimientos nostálgicos pensando y situándome en San Quirce de nuevo en mis tiempos de infancia. Hoy especialmente en aquellas personas del grupo de mi familia paterna, tíos y primos, de los que también tengo hermosos recuerdos, con algunos de los cuales he tenido y sigo teniendo contactos todavía. En los que se fueron y en los siguen estando. La memoria se manifiesta a veces de manera selectiva afortunadamente quedándose con las mejores historias para recordar.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Hola Barrio, como de costumbre, y lo mismo que pasa con Carmelo, siempre os superáis y me sorprendéis con recuerdos tan lejanos y tan cercanos a la vez, que solo me queda agradeceros esa deferencia, y animaros a que sigáis en esa línea. En esta ocasión, rememoras una pequeña broma, en la que mi abuelita María cayó por casualidad, pero que no deja de ser eso, una broma, y por cierto muy inocente, y que no merece castigo alguno, solo que en aquellos tiempos, el respeto a los mayores era sagrado, y ... (ver texto completo)