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Esta imagen de San Quirce aparece en la pantalla de mi ordenador cada vez que lo pongo en marcha, permitiéndome visitar virtualmente el pueblo. En ella, como si se tratara de un ritual, durante algunos minutos que a veces se prolongan me gusta observar cada día repetidamente todos los detalles, recreándome en ellos, descubriendo alguno nuevo. San Quirce a la vista en esta imagen, vivo tal y como le siento desde hace tantos años, pues en ella no se puede notar lo que es actualmente, los cambios que ha sufrido, su despoblación.
Una imagen que tantos recuerdos y vivencias me evoca y que se reproducen como si fueran de hace unos pocos días. Desde El Santo, mi lugar de siempre y para siempre, contemplo mirando al sur visto de espaldas el pueblo con su pequeño caserío, deteniéndome en todo aquello que para mí siempre ha sido y será lo más emblemático, el conjunto de su iglesia con su pequeño cementerio adosado, que siempre me emociona, los lugares próximos de Fuente Moní, donde tantos vestigios siguen presentes a través de siglos como conjunto de la antigua Abadía de San Miguel Arcángel de San Quirce. Y siento algo especial cuando extiendo mi mirada hacia la hermosura de sus campos, los que se pueden ver desde ese punto dominante. Todo lo veo igual en esta imagen que corresponde a un final de primavera, e imagino otras de épocas diferentes del año guardadas en mi memoria.
Hay momentos en los que la emoción me puede con sentimientos de añoranza, cuando por inercia los recuerdos incontrolados profundizan en el pasado, en aquellos tiempos de infancia con tantas connotaciones. Siento el embrujo y los murmullos de ese lugar de paz, sentiendo toda la inmensidad de esa tierra, de todo lo que recrea mi vista, llenándome de vida su hermosura, la de esa tierra a la que ya no tengo necesidad de aprender a querer más. En ese lugar majestuoso que hace tan pequeño lo poco que uno es. Recreándome en sueños irrealizables… ¡San Quirce, tan pequeño e inmenso a la vez!, yo puedo decir que vengo de ti y se que a ti voy, sin saber muy bien a donde quiero llegar con mis palabras. Siempre será así, siempre te querré.
Una imagen que tantos recuerdos y vivencias me evoca y que se reproducen como si fueran de hace unos pocos días. Desde El Santo, mi lugar de siempre y para siempre, contemplo mirando al sur visto de espaldas el pueblo con su pequeño caserío, deteniéndome en todo aquello que para mí siempre ha sido y será lo más emblemático, el conjunto de su iglesia con su pequeño cementerio adosado, que siempre me emociona, los lugares próximos de Fuente Moní, donde tantos vestigios siguen presentes a través de siglos como conjunto de la antigua Abadía de San Miguel Arcángel de San Quirce. Y siento algo especial cuando extiendo mi mirada hacia la hermosura de sus campos, los que se pueden ver desde ese punto dominante. Todo lo veo igual en esta imagen que corresponde a un final de primavera, e imagino otras de épocas diferentes del año guardadas en mi memoria.
Hay momentos en los que la emoción me puede con sentimientos de añoranza, cuando por inercia los recuerdos incontrolados profundizan en el pasado, en aquellos tiempos de infancia con tantas connotaciones. Siento el embrujo y los murmullos de ese lugar de paz, sentiendo toda la inmensidad de esa tierra, de todo lo que recrea mi vista, llenándome de vida su hermosura, la de esa tierra a la que ya no tengo necesidad de aprender a querer más. En ese lugar majestuoso que hace tan pequeño lo poco que uno es. Recreándome en sueños irrealizables… ¡San Quirce, tan pequeño e inmenso a la vez!, yo puedo decir que vengo de ti y se que a ti voy, sin saber muy bien a donde quiero llegar con mis palabras. Siempre será así, siempre te querré.