Debió tener un pilón y agua constante”, escribe nuestro amigo reportero de Cervera, Díaz Riol, al pie de una de su amplia colección de fotografías, la que corresponde a su fuente.
Efectivamente, amigo Alejandro, así era en aquellos tiempos cuando San Quirce era muy diferente a lo que es en la actualidad. En tu fotografía solo se pueden ver los vestigios de aquella fuente, lo que de ella queda, el pilón que la rodeaba ha desaparecido, y todavía están, aunque ya secos, los viejísimos caños por los que fluían permanentemente dos chorros de agua pura y cristalina. Así se puede ver en esta vieja imagen de esa “fuente de San Quirce” (multiusos por lo que ve en la misma).
Y aprovecho este momento para elogiar aquella fuente maravillosa de agua fresca. Aquella fuente yo creo que era uno de los motivos que más definía la personalidad de aquel pueblo. Porque la fuente era un sitio de encuentro, de reunión, el punto donde convergían todos los vecinos y donde se cambiaban impresiones y se aireaban los espíritus. Con motivo de la fuente, de acudir a ella para buscar agua, hablaban las mujeres, se encontraban los hombres, jugaban los niños, se citaban con la fuerza de amor las incipientes parejas de adolescentes para poderse ver y, a la vera de aquel agua cristalina, crecían sus espíritus y aprendían no solo a quererse, sino también a comprenderse mejor.
Se me antoja en estos momentos pensar que los pueblos que en aquellos tiempos carecían de fuente pública pudieran ser en ciertos aspectos como algo insociables, tímidos, apocados, como algo oscurecido y cerrado, donde cada casa pudiera ser como un mundo aparte que se defiende del vecino. Y San Quirce entonces, lleno de vida, no era así en absoluto. Era un pueblo solidario y unido.
La fuente de San Quirce era un corazón de vida con su agua bienhechora y necesaria para todos…
Efectivamente, amigo Alejandro, así era en aquellos tiempos cuando San Quirce era muy diferente a lo que es en la actualidad. En tu fotografía solo se pueden ver los vestigios de aquella fuente, lo que de ella queda, el pilón que la rodeaba ha desaparecido, y todavía están, aunque ya secos, los viejísimos caños por los que fluían permanentemente dos chorros de agua pura y cristalina. Así se puede ver en esta vieja imagen de esa “fuente de San Quirce” (multiusos por lo que ve en la misma).
Y aprovecho este momento para elogiar aquella fuente maravillosa de agua fresca. Aquella fuente yo creo que era uno de los motivos que más definía la personalidad de aquel pueblo. Porque la fuente era un sitio de encuentro, de reunión, el punto donde convergían todos los vecinos y donde se cambiaban impresiones y se aireaban los espíritus. Con motivo de la fuente, de acudir a ella para buscar agua, hablaban las mujeres, se encontraban los hombres, jugaban los niños, se citaban con la fuerza de amor las incipientes parejas de adolescentes para poderse ver y, a la vera de aquel agua cristalina, crecían sus espíritus y aprendían no solo a quererse, sino también a comprenderse mejor.
Se me antoja en estos momentos pensar que los pueblos que en aquellos tiempos carecían de fuente pública pudieran ser en ciertos aspectos como algo insociables, tímidos, apocados, como algo oscurecido y cerrado, donde cada casa pudiera ser como un mundo aparte que se defiende del vecino. Y San Quirce entonces, lleno de vida, no era así en absoluto. Era un pueblo solidario y unido.
La fuente de San Quirce era un corazón de vida con su agua bienhechora y necesaria para todos…