EL CORO DE LA IGLESIA DE SAN QUIRCE.
Me complace mirar las fotografías de esta iglesia (antigua abadía), verdadera joya arquitectónica. Me recreo en ello observando detalles que me hacen retroceder más de cincuenta años, como si el tiempo se me hubiese detenido entonces. Miro, observo y todo lo veo exactamente igual. La escalinata de acceso al coro; la pila bautismal; el último banco; una representación del "vía crucis" colgada en la pared. Todavía penden del techo aquellos cordeles con los que desde el coro se hacían sonar "las campanas de la iglesia de San Quirce", que con potencia expandían su inconfundible sonido a tanta distancia. Y veo en su lugar, en el mismo rincón de siempre, el inconfundible "pendón" de tela roja con el que se abría la marcha de cada procesión. Todo continua igual, cada cosa en su sitio, el tiempo se detuvo...
Me complace mirar las fotografías de esta iglesia (antigua abadía), verdadera joya arquitectónica. Me recreo en ello observando detalles que me hacen retroceder más de cincuenta años, como si el tiempo se me hubiese detenido entonces. Miro, observo y todo lo veo exactamente igual. La escalinata de acceso al coro; la pila bautismal; el último banco; una representación del "vía crucis" colgada en la pared. Todavía penden del techo aquellos cordeles con los que desde el coro se hacían sonar "las campanas de la iglesia de San Quirce", que con potencia expandían su inconfundible sonido a tanta distancia. Y veo en su lugar, en el mismo rincón de siempre, el inconfundible "pendón" de tela roja con el que se abría la marcha de cada procesión. Todo continua igual, cada cosa en su sitio, el tiempo se detuvo...