¡Por fín!... después de mas de medio siglo, he podido asistir a las FIESTAS de mi pueblo; corría el año 1964, cuando un niño desdentado y esmirriado, correteaba entre los cuqueros y los puestos de confites y almendras garrapiñadas, pisando el barro de la plaza, comprando pirulís y trompetas de plástico. Mas tarde acompañaba a mis abuelos ó padres a la panera del Sr. Julian; a escuchar a la orquesta y tomar un kas en el ambigú, recuerdos lejanos pero muy presentes en mi memoria.
Para no perder esa...