Va a ser que sí ROSA, que VICTORIA (una maravillosa amiga natural de La Nuez, Burgos) sí sabe de lo que hablamos pero ASUNCIÓN no parece estar puesta en esos menesteres, je, je, je. ¡Ay el negocio del ladrillo... si dio para mucho!.
ASUNCIÓN, no se trataba por aquellos años de tener más o menos poder adquisitivo, no. Se trataba de pasar el menor frio posible en las gélidas y largas noches invernales, del "mismo tipo de calefactor en la cama" ¡por que no había otra cosa!, sobre todo en las zonas rurales. Tu nos hablas de una piedra o una botellita con agua caliente... bien, lo del ladrillo tenía el mismo cometido. Solo que al ser familia humilde y numerosísima en casa de mis padres y no poder pelear por grandes fincas lo haciamos por el trozo de ladrillito, ¡de ahí el tenerlos marcados con nuestro nombre!, je, je, je.
Un fuerte abrazo contertulianas de este bonito y didáctico foro.
ASUNCIÓN, no se trataba por aquellos años de tener más o menos poder adquisitivo, no. Se trataba de pasar el menor frio posible en las gélidas y largas noches invernales, del "mismo tipo de calefactor en la cama" ¡por que no había otra cosa!, sobre todo en las zonas rurales. Tu nos hablas de una piedra o una botellita con agua caliente... bien, lo del ladrillo tenía el mismo cometido. Solo que al ser familia humilde y numerosísima en casa de mis padres y no poder pelear por grandes fincas lo haciamos por el trozo de ladrillito, ¡de ahí el tenerlos marcados con nuestro nombre!, je, je, je.
Un fuerte abrazo contertulianas de este bonito y didáctico foro.
Charo, has elegido para ilustrar tu mensaje, una foto de estampa invernal preciosa. Mi infancia está llena de inviernos con días que amanecian vestidos de blanco, similares a éste. En mi casa el uso del ladrillo no existió; las camas eran todas de 1'20 m. de ancho y se aprovechaban al máximo, dos pequeños a la cabecera y dos a los piés motivo por el que la cama se calentaba rapido. Alguna vez se calentaba hasta en ambiente y mi madre tenía que levantarse a poner paz. Todos de pequeños, hemos sido muy miedosos y siempre había uno, que oía algún ruido extraño. En la época de celo de los gatos, pasábamos momentos de pánico se sentian sus carreras y maullidos que en el silencio de la noche parecían lamentos; por lo que el último en dormirse era el que peor lo pasaba.
Entonces los motivos de miedo infantil eran: "El hombre malo del saco". "Los fantasmas". "El saca mantacas" etc. etc. Como éramos pocos... hay aventuras para dar y tomar. Por ahora cerramos el baul de los recuerdos, pero no sin antes doros un abrazo a todos.
Entonces los motivos de miedo infantil eran: "El hombre malo del saco". "Los fantasmas". "El saca mantacas" etc. etc. Como éramos pocos... hay aventuras para dar y tomar. Por ahora cerramos el baul de los recuerdos, pero no sin antes doros un abrazo a todos.
¡Ay ROSA qué recuerdos!... ¿ves cómo no era cuestión de poder adquisitivo?... en casa de mis padres, tambien, teiamos ése tipo de calefacción años más tarde. Por que cuando estabamos en Mañino sólo eramos dos hermanas y uno muy pequeño. Despues fué llegando la "familia numerosa", así hasta ocho. Tu me dirás en aquellos durísimos años cómo se las podían componer unos humildísimos padres para alimentar, vestir y dar un mínimo de bienestar a su prole.
Personalmente tambien he sido muy miedosa y curiosamente le temía a todos los "fantasmas" que tú enumeras.
Por otro lado había un respeto visceral a las "ánimas" y a los difuntos, así como a todo lo referente a los Santos y la Iglesia. Este tambien era un punto a tener en cuenta.
Me impresionaba de una forma muy especial, el estremecedor tañido de las campanas y el sonoro silencio de los pies que acompañaban la procesión de los muertos hasta el cementerio, los mugidos de las vacas en el trance del parto y las viejas imágenes, hoy desaparecidas, de la iglesia que nos miraban, en penumbra, desde la bóveda del presbiterio.
Muchas gracias ROSA por esas entrañables vivencias personales que hacen resurgir otras igual de interesantes. Un abrazo. Y a todos/as.
Personalmente tambien he sido muy miedosa y curiosamente le temía a todos los "fantasmas" que tú enumeras.
Por otro lado había un respeto visceral a las "ánimas" y a los difuntos, así como a todo lo referente a los Santos y la Iglesia. Este tambien era un punto a tener en cuenta.
Me impresionaba de una forma muy especial, el estremecedor tañido de las campanas y el sonoro silencio de los pies que acompañaban la procesión de los muertos hasta el cementerio, los mugidos de las vacas en el trance del parto y las viejas imágenes, hoy desaparecidas, de la iglesia que nos miraban, en penumbra, desde la bóveda del presbiterio.
Muchas gracias ROSA por esas entrañables vivencias personales que hacen resurgir otras igual de interesantes. Un abrazo. Y a todos/as.