LA BELLEZA QUE ELABORÓ LA NATURALEZA
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La soberana dama, que rige la plaza del pueblo en compañía del reloj situado en el ayuntamiento; en una gélida noche aprovechó las bajas temperaturas para vestirse de gala ofreciendo esta bonita imagen llamando la atención a propios y extraños.
Tras el paso de las horas que su compañero de lugar el reloj iba contando y cantando, el sonido de las campanadas en el silencio de la noche simulaban requiebros hacia ella, porque él, fue testigo de como su frágil y elegante surtir del agua se iba solidificando hasta vestirla de blanco con remates de finos encajes.
Las estrellas que iluminaban el cielo con sus fugaces destellos con oronda luna que iluminaba... las desnudas calles del pueblo. Ellas echaron de menos el no poderse mirar en las aguas de su pilón como siempre lo hacían.
El reloj deslumbrado por tan hermoso vestuario, temía que apareciera en el horizonte tras el regreso de su diario viaje, el astro rey, sin él poderlo impedir. Recelaba que al llegar el día el sol apareciera deslumbrante, osara poner sus rayos sobre ella y cuan enamorados se fundieran en un abrazo; como así fue.
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La soberana dama, que rige la plaza del pueblo en compañía del reloj situado en el ayuntamiento; en una gélida noche aprovechó las bajas temperaturas para vestirse de gala ofreciendo esta bonita imagen llamando la atención a propios y extraños.
Tras el paso de las horas que su compañero de lugar el reloj iba contando y cantando, el sonido de las campanadas en el silencio de la noche simulaban requiebros hacia ella, porque él, fue testigo de como su frágil y elegante surtir del agua se iba solidificando hasta vestirla de blanco con remates de finos encajes.
Las estrellas que iluminaban el cielo con sus fugaces destellos con oronda luna que iluminaba... las desnudas calles del pueblo. Ellas echaron de menos el no poderse mirar en las aguas de su pilón como siempre lo hacían.
El reloj deslumbrado por tan hermoso vestuario, temía que apareciera en el horizonte tras el regreso de su diario viaje, el astro rey, sin él poderlo impedir. Recelaba que al llegar el día el sol apareciera deslumbrante, osara poner sus rayos sobre ella y cuan enamorados se fundieran en un abrazo; como así fue.