EL RECLINATORIO, TESTIGO MUDO DE IGLESIA
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Una vida la recuerdas a saltos, a golpes; de repente te viene a la memoria un pasaje y se te ilumina la escena del recuerdo y... te metes de lleno en ella.
Es domingo por la mañana y como norma habitual en toda familia, había que hacerse un lavado corporal lo más general posible dentro de las deficiencias existentes de la época (no había grifo en casa) para luego, vestirse con las mejores galas que cada cual tenía para asistir a misa.
Las ancianas, niños/as y hombres eran los que llegaban primero a la iglesia, aunque ellos, se quedaban en el pórtico aprovechando al máximo el poder fumar. El resto de vecinos iban llegando como un continuo goteo, antes de que en el campanario sonasen "las terceras" (forma de avisar que la misa comenzaba). Siempre había alguna que con paso acelerado por la calle preguntaba: ¿han dado las terceras?.
En aquellos años los pueblos eran mayoritariamente fervorosos creyentes, de eso, pueden dar fe los reclinatorios que pasaron su existencia en la iglesia siendo testigos mudos de sentidas plegarias lanzadas desde humildes corazones;
también fueron testigos de como el recorrido del pasillo hasta llegar al reclinatorio, sirvió de pasarela para lucir el modelito a personas que no tenían el resto del día posibilidad de hacerlo.
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Una vida la recuerdas a saltos, a golpes; de repente te viene a la memoria un pasaje y se te ilumina la escena del recuerdo y... te metes de lleno en ella.
Es domingo por la mañana y como norma habitual en toda familia, había que hacerse un lavado corporal lo más general posible dentro de las deficiencias existentes de la época (no había grifo en casa) para luego, vestirse con las mejores galas que cada cual tenía para asistir a misa.
Las ancianas, niños/as y hombres eran los que llegaban primero a la iglesia, aunque ellos, se quedaban en el pórtico aprovechando al máximo el poder fumar. El resto de vecinos iban llegando como un continuo goteo, antes de que en el campanario sonasen "las terceras" (forma de avisar que la misa comenzaba). Siempre había alguna que con paso acelerado por la calle preguntaba: ¿han dado las terceras?.
En aquellos años los pueblos eran mayoritariamente fervorosos creyentes, de eso, pueden dar fe los reclinatorios que pasaron su existencia en la iglesia siendo testigos mudos de sentidas plegarias lanzadas desde humildes corazones;
también fueron testigos de como el recorrido del pasillo hasta llegar al reclinatorio, sirvió de pasarela para lucir el modelito a personas que no tenían el resto del día posibilidad de hacerlo.