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LA PRIMERA CASA BLANCA TENÍA RUSCUS EN EL PATIO
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La imagen está tomada desde una de "las cuatro esquinas" de la carretera, nombre con el que durante muchos años fué conocido este lugar (hoy por exigencia de registro catastral C/. Conde Garay). En una de ellas había luz pública; no sé si por ser carretera, pués también la había en la primera casa (Sra. Plautila) de entrada al pueblo por las chopas, y otra a la salida, antes de llegar a las eras y no recuerdo más; lo cual no quiere decir que no las hubiere. Entre mis vivencias infantiles hay calles en la noche, tan oscuras y solitarias, que daban pánico.
Este tramo de calle que se ve en la imagen es de las que poco ha cambiado (la leña en la vía pública afea mucho) por eso cada casa me trae un recuerdo de mi vida. La Primera pintada de blanco, nada más transpasar el umbral de la puerta, a la derecha, estaba la tienda donde se vendía carne y pescado; para llegar a la vivienda tenías que atravesar el patio en el cual reinaba a sus anchas un enome moral, que con la llegada del buen tiempo siempre era expléndido dando sus frutos hasta doblegar sus largas ramas, por lo cual no pasaba desapercibido por nadie.
En este patio había otra cosa que también atraía mi atención y no precisamente por su tamaño, era el ruco o acebillo que existía cerca de la puerta de la casa, donde, siempre verde y erguido sobrevivía al aplastante sol veraniego, protegido por las ramas de su compañero el moral.
Nunca le vi con los frutos rojos (bayas) quizás el arbusto era masculino, ni tampoco lo vi en ningún otro lugar del pueblo.
Estas entre otras, eran las particularidades de esta casa.
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La imagen está tomada desde una de "las cuatro esquinas" de la carretera, nombre con el que durante muchos años fué conocido este lugar (hoy por exigencia de registro catastral C/. Conde Garay). En una de ellas había luz pública; no sé si por ser carretera, pués también la había en la primera casa (Sra. Plautila) de entrada al pueblo por las chopas, y otra a la salida, antes de llegar a las eras y no recuerdo más; lo cual no quiere decir que no las hubiere. Entre mis vivencias infantiles hay calles en la noche, tan oscuras y solitarias, que daban pánico.
Este tramo de calle que se ve en la imagen es de las que poco ha cambiado (la leña en la vía pública afea mucho) por eso cada casa me trae un recuerdo de mi vida. La Primera pintada de blanco, nada más transpasar el umbral de la puerta, a la derecha, estaba la tienda donde se vendía carne y pescado; para llegar a la vivienda tenías que atravesar el patio en el cual reinaba a sus anchas un enome moral, que con la llegada del buen tiempo siempre era expléndido dando sus frutos hasta doblegar sus largas ramas, por lo cual no pasaba desapercibido por nadie.
En este patio había otra cosa que también atraía mi atención y no precisamente por su tamaño, era el ruco o acebillo que existía cerca de la puerta de la casa, donde, siempre verde y erguido sobrevivía al aplastante sol veraniego, protegido por las ramas de su compañero el moral.
Nunca le vi con los frutos rojos (bayas) quizás el arbusto era masculino, ni tampoco lo vi en ningún otro lugar del pueblo.
Estas entre otras, eran las particularidades de esta casa.