Nora la argentina que un día se dirigió a este foro en busca de información de sus abuelos, una vez conseguido lo que ella deseaba; me envía este escrito, para mi blog, pero como yo no soy bloguera... lo cuelgo aquí, haciéndoos a todos partícipes de los sentimientos de una persona con orígenes en tierras lejanas y desconocidas.
CORREO ÍNTEGRO DE NORA
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Rosa María: El 30/07/14 llegó la segunda copia de la Partida de Nacimiento de mi abuela. Tu misión está cumplida y agradezco al Universo que te haya puesto en mi camino.
Ahora te mando algo lindo para tu blog, que te había prometido.
¿Qué buscamos?
Hace tiempo que siento una atracción irresistible por devorar kilómetros de historia ancestral; por visualizar paisajes nunca vistos de cientos de años atrás; de detenerme ante fotos de ancestros que no conocí pero corren por mi sangre; de escuchar historias viejas que guarden los memoriosos de los sitios por donde pasaron.
A veces me pregunto qué busco, qué quiero saber, qué es este frenesí por enlazar apellidos y buscar descendientes en todas partes a donde ellos me lleven.
El cortar historias de vida y seguirlas en otro lugar distante, sólo deja un vacío de pertenencia que lleva a sus descendientes a desear volver el tiempo atrás, para luego volver al futuro y comprender mejor quiénes somos.
Otras veces divago con la posibilidad de poder manipular hologramas para verlos, conocerlos, observar sus facciones, reconocerme en ellos ya que soy su resumen celular.
Es que somos descendientes de inmigrantes, humanos partidos en dos, con parte de una familia más extensa, con miradas lánguidas de seres que han puesto miles de kilómetros de distancia entre sus raíces y su construcción de futuro.
Somos aquellos que no fuimos conocidos más que por fotos o cartas, con promesas de reencuentros que el tiempo borró; somos aquellos que tenemos el cuerpo en nuestro país, el corazón en otro, y el alma errante; somos los nostalgiosos de familias cercenadas por la ilusión de una América promisoria, que nos ha formado como árboles endebles, de raíces poco profundas, de tradiciones olvidadas con cada muerte de nuestros predecesores.
Nuestros descendientes, en el mejor de los casos, atesorarán nuestras propias historias borrosas, pero espero que no deban buscar tierras lejanas para forjar su futuro, porque entonces ni siquiera serán árboles endebles.
Reencontrar nuestras raíces, honrarlas y pertenecer, nos convierte en árboles fuertes que no se doblegan fácilmente ante los avatares de la vida.
Bendiciones.
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Rosa María: El 30/07/14 llegó la segunda copia de la Partida de Nacimiento de mi abuela. Tu misión está cumplida y agradezco al Universo que te haya puesto en mi camino.
Ahora te mando algo lindo para tu blog, que te había prometido.
¿Qué buscamos?
Hace tiempo que siento una atracción irresistible por devorar kilómetros de historia ancestral; por visualizar paisajes nunca vistos de cientos de años atrás; de detenerme ante fotos de ancestros que no conocí pero corren por mi sangre; de escuchar historias viejas que guarden los memoriosos de los sitios por donde pasaron.
A veces me pregunto qué busco, qué quiero saber, qué es este frenesí por enlazar apellidos y buscar descendientes en todas partes a donde ellos me lleven.
El cortar historias de vida y seguirlas en otro lugar distante, sólo deja un vacío de pertenencia que lleva a sus descendientes a desear volver el tiempo atrás, para luego volver al futuro y comprender mejor quiénes somos.
Otras veces divago con la posibilidad de poder manipular hologramas para verlos, conocerlos, observar sus facciones, reconocerme en ellos ya que soy su resumen celular.
Es que somos descendientes de inmigrantes, humanos partidos en dos, con parte de una familia más extensa, con miradas lánguidas de seres que han puesto miles de kilómetros de distancia entre sus raíces y su construcción de futuro.
Somos aquellos que no fuimos conocidos más que por fotos o cartas, con promesas de reencuentros que el tiempo borró; somos aquellos que tenemos el cuerpo en nuestro país, el corazón en otro, y el alma errante; somos los nostalgiosos de familias cercenadas por la ilusión de una América promisoria, que nos ha formado como árboles endebles, de raíces poco profundas, de tradiciones olvidadas con cada muerte de nuestros predecesores.
Nuestros descendientes, en el mejor de los casos, atesorarán nuestras propias historias borrosas, pero espero que no deban buscar tierras lejanas para forjar su futuro, porque entonces ni siquiera serán árboles endebles.
Reencontrar nuestras raíces, honrarlas y pertenecer, nos convierte en árboles fuertes que no se doblegan fácilmente ante los avatares de la vida.
Bendiciones.