Hoja de la revista escaneada con el texto dedicado a la Sra. Victoria. Por si no se puede leer bien lo copiaré.
EN HONOR A VICTORIA, UNA PARTERA RURAL
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Con el recuerdo que hoy hago de esta persona, quisiera que fuese como un pequeño homenaje al trabajo de tanta responsabilidad que durante tantos años desempeñó como la vida le permitió, sustentado siempre en la generosidad.
Estoy segura que muchos de los nacidos en este pueblo, pocos son los que se han parado a pensar quién fue la persona que atendió a su madre en el momento del parto en el que él nació, época en que la mujer daba a luz en el hogar familiar. De joven yo si tuve esa curiosidad; como es lógico, esa pregunta se la hice a mi madre.
Me explicó que una vecina del pueblo era la que hacía de comadrona y su sabiduría en tales menesteres se basaba en la experiencia.
El motivo inicial de esta mujer como partera estuvo estrechamente vinculado a su familia: la primera vez que ella atendió un parto fue al presenciar el de su cuñada, y fue entonces cuando sintió la necesidad de ayudar a la partera que la estaba asistiendo, "porque era tan mayor que apenas tenía fuerza para hacerlo ya ella sola".
En el pueblo había médico y practicante, pero las mujeres siguieron llamándola a ella, dejando a los profesionales para cosas más concretas; así llegó a ser experta, quizás ella lo entendió mejor por ser mujer.
Esta señora se llamaba victoria, una mujer que compaginó sus labores del hogar familiar, como madre que era, con la de partera, en su localidad, un pequeño pueblo de la provincia de Palencia. Su nombre, Victoria, sinónimo de vencer y ganar, parece que fue elegido por premonición; nadie en ese momento podía saber que, al llegar a una edad adulta, decidiera aliarse con las parturientas, para luchar con ellas en el bando de la vida, en este momento tan crucial, del que siempre salió victoriosa.
Sus manos y su regazo fueron los primeros que nos acogieron, dándonos la bienvenida al mundo; y después de asearnos, entregarnos a la madre como broche de final feliz: ¡"cantar victoria"!
La vida no tiene precio, y ella tampoco lo puso por realizar este trabajo de tanta responsabilidad solo recogía la voluntad de la familia de turno.
Querida señora: no dudo que, en el ocaso de su vida, supiese ganar su última batalla y entrase victoriosa en la vida eterna. "La vida no viene envuelta con un lazo, pero no por eso deja de ser un regalo".
EN HONOR A VICTORIA, UNA PARTERA RURAL
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Con el recuerdo que hoy hago de esta persona, quisiera que fuese como un pequeño homenaje al trabajo de tanta responsabilidad que durante tantos años desempeñó como la vida le permitió, sustentado siempre en la generosidad.
Estoy segura que muchos de los nacidos en este pueblo, pocos son los que se han parado a pensar quién fue la persona que atendió a su madre en el momento del parto en el que él nació, época en que la mujer daba a luz en el hogar familiar. De joven yo si tuve esa curiosidad; como es lógico, esa pregunta se la hice a mi madre.
Me explicó que una vecina del pueblo era la que hacía de comadrona y su sabiduría en tales menesteres se basaba en la experiencia.
El motivo inicial de esta mujer como partera estuvo estrechamente vinculado a su familia: la primera vez que ella atendió un parto fue al presenciar el de su cuñada, y fue entonces cuando sintió la necesidad de ayudar a la partera que la estaba asistiendo, "porque era tan mayor que apenas tenía fuerza para hacerlo ya ella sola".
En el pueblo había médico y practicante, pero las mujeres siguieron llamándola a ella, dejando a los profesionales para cosas más concretas; así llegó a ser experta, quizás ella lo entendió mejor por ser mujer.
Esta señora se llamaba victoria, una mujer que compaginó sus labores del hogar familiar, como madre que era, con la de partera, en su localidad, un pequeño pueblo de la provincia de Palencia. Su nombre, Victoria, sinónimo de vencer y ganar, parece que fue elegido por premonición; nadie en ese momento podía saber que, al llegar a una edad adulta, decidiera aliarse con las parturientas, para luchar con ellas en el bando de la vida, en este momento tan crucial, del que siempre salió victoriosa.
Sus manos y su regazo fueron los primeros que nos acogieron, dándonos la bienvenida al mundo; y después de asearnos, entregarnos a la madre como broche de final feliz: ¡"cantar victoria"!
La vida no tiene precio, y ella tampoco lo puso por realizar este trabajo de tanta responsabilidad solo recogía la voluntad de la familia de turno.
Querida señora: no dudo que, en el ocaso de su vida, supiese ganar su última batalla y entrase victoriosa en la vida eterna. "La vida no viene envuelta con un lazo, pero no por eso deja de ser un regalo".