PARADA DE EL COCHE DE LÍNEA
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Volviendo la mirada hacia el pasado, encontramos vivo en la memoria, ese pueblo que marcó nuestros primeros años, y las cosas sencillas que allí nos dieron felicidad. Los juegos con los que nos entretuvimos, cuando aún la inocencia llenaba nuestra alma.
Sobreviví con normas, obligaciones, disciplina, límites, alguna colleja, rodillas raspadas que sanaban con rapidez un poco de saliva y cubierta con el pañuelo atado en forma de triángulo. No había herida que doliese más de dos minutos y tras esa cura de urgencia seguíamos jugando.
Cada uno puede hacer, el inventario de sus vivencias de niño donde vino al mundo, y de las cosas que se quedaron en la retina porque formaron parte de nuestro entorno, ese, donde poníamos a volar nuestra imaginación.
La infancia es la primera memoria, y la última que se pierde, nos da la identidad: Según se pierden recuerdos uno, se despide de sí mismo.
Lo siento así, como el paraíso perdido. Ya se que era una época exenta de caprichos, pero esa es la sensación que me ha dejado, la de, paraíso perdido.
En Sotobañado teníamos muchos lugares que nos sirvieron de diversión, porque éramos niños/as que sabíamos jugar en grupo usando la imaginación pasando las horas al aire libre, pero sin despreciar a nadie.
Recuerdo el coche de linea, autobús que hacía el recorrido de Báscones a Palencia pasando por muchos pequeños pueblos a los que daba servicio de transporte. Por la mañana salia de Bácones con destino Palencia y llegaba tempano a Sotobañado porque hay poca distancia uno del otro. Al caer la tarde el autobús llegaba de vuelta al pueblo, entrando por la carretera de Páramo. Cuando los crios/as estábamos jugando en la suleja (actualmente parque) y divisábamos en lontananza la silueta del autobús, todos echávamos a correr para no perdernos la llegada la cual, se convertía para nosotros en una divertida atracción sin otro fin que el de ver a los pasajeros que subían o bajaban. La parada la tenía justo delante de la casa que se ve a la derecha de esta fotografía, quizás porque en frente estaba el bar de Siro que como tal, podía prestar servicio al pasajero.
Como se puede observar las ventanas de la citada casa (entonces sin la baja verja) quedan a poca altura y casi siempre solían estar cerradas (contraventanas incluidas), el subir y bajar de ellas saltando nos servía de diversión mientras permanecía el coche estacionado, si antes no salía el dueño a echarnos. Sus moradores eran un matrimonio mayor sin hijos, ella de nombre Antonia se la veía una mujer como las demás dedicada a los trabajos del hogar; él era conocido como Paquillo salía poco de casa y no se relacionaba con nadie.
Un día las niñas descubrimos que tenía alguna rareza más. Estando subidas en las ventanas le pillamos con la contraventana entre abierta y agachado, miraba piernas arriba a las que estaban subidas en la ventana en ese momento. Desde ese día no tuvo que salir más a echarnos, el salto de ventana dejó de ser divertido
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Volviendo la mirada hacia el pasado, encontramos vivo en la memoria, ese pueblo que marcó nuestros primeros años, y las cosas sencillas que allí nos dieron felicidad. Los juegos con los que nos entretuvimos, cuando aún la inocencia llenaba nuestra alma.
Sobreviví con normas, obligaciones, disciplina, límites, alguna colleja, rodillas raspadas que sanaban con rapidez un poco de saliva y cubierta con el pañuelo atado en forma de triángulo. No había herida que doliese más de dos minutos y tras esa cura de urgencia seguíamos jugando.
Cada uno puede hacer, el inventario de sus vivencias de niño donde vino al mundo, y de las cosas que se quedaron en la retina porque formaron parte de nuestro entorno, ese, donde poníamos a volar nuestra imaginación.
La infancia es la primera memoria, y la última que se pierde, nos da la identidad: Según se pierden recuerdos uno, se despide de sí mismo.
Lo siento así, como el paraíso perdido. Ya se que era una época exenta de caprichos, pero esa es la sensación que me ha dejado, la de, paraíso perdido.
En Sotobañado teníamos muchos lugares que nos sirvieron de diversión, porque éramos niños/as que sabíamos jugar en grupo usando la imaginación pasando las horas al aire libre, pero sin despreciar a nadie.
Recuerdo el coche de linea, autobús que hacía el recorrido de Báscones a Palencia pasando por muchos pequeños pueblos a los que daba servicio de transporte. Por la mañana salia de Bácones con destino Palencia y llegaba tempano a Sotobañado porque hay poca distancia uno del otro. Al caer la tarde el autobús llegaba de vuelta al pueblo, entrando por la carretera de Páramo. Cuando los crios/as estábamos jugando en la suleja (actualmente parque) y divisábamos en lontananza la silueta del autobús, todos echávamos a correr para no perdernos la llegada la cual, se convertía para nosotros en una divertida atracción sin otro fin que el de ver a los pasajeros que subían o bajaban. La parada la tenía justo delante de la casa que se ve a la derecha de esta fotografía, quizás porque en frente estaba el bar de Siro que como tal, podía prestar servicio al pasajero.
Como se puede observar las ventanas de la citada casa (entonces sin la baja verja) quedan a poca altura y casi siempre solían estar cerradas (contraventanas incluidas), el subir y bajar de ellas saltando nos servía de diversión mientras permanecía el coche estacionado, si antes no salía el dueño a echarnos. Sus moradores eran un matrimonio mayor sin hijos, ella de nombre Antonia se la veía una mujer como las demás dedicada a los trabajos del hogar; él era conocido como Paquillo salía poco de casa y no se relacionaba con nadie.
Un día las niñas descubrimos que tenía alguna rareza más. Estando subidas en las ventanas le pillamos con la contraventana entre abierta y agachado, miraba piernas arriba a las que estaban subidas en la ventana en ese momento. Desde ese día no tuvo que salir más a echarnos, el salto de ventana dejó de ser divertido
te acuerdas cómo llamábamos al coche de línea? al menos yo le llamaba el Bolbo supongo que era la marca yo viaje bastante en el en viaje que era muy largo para mí desde Santurce donde me llevaron desde chiquitina primero desde Santurce a Bilbao en tren después desde Bilbao a mataporquera en la robla cuando la robla era de carbón con aquellos asientos de madera y las personas llevaba gallinas conejos y cesta de huevos metidos en paja para que no se cascasen y se podía cojer manzanas desde el tren aunque yo iba echa un trapito me mareaba muchísimo desde antes de salir de santurce ya cuando llegábamos a mataporquera aquella fábrica de cemento pasábamos la vía y a esperar al tren de Santander que era más cómodo con asientos de cuero llegada a herrera de Pisuerga ir a casa de mi tía Sara y mi tío que era zapatero como fue mi abuelo y ya íbamos a coger el Bolbo recuerdo un día que nevaba y mi padre llevaba escallola en el pie me impresionó al bajar el último escalón y ver posar el pie con la escayola y hundirse en la nieve mientras esperábamos a que nos bajas en la maleta desde la baca que bien olía el pueblo a roble del humo que despedían las chimeneas llegar a casa de la abuela arrimarse a la trebede y tomar un pocillo de chocolate solo como bienvenida esos son mis recuerdos del Bolbo