NI TU NI YO SOMOS LOS MISMOS
****************************** *
El Buda fue el hombre más despierto de su época. Nadie como él comprendió el sufrimiento humano, así es como desarrolló la benevolencia y la compasión.
Entre sus primos, se encontraba el perverso Desvadatta, siempre celoso del maestro y empeñado en desacreditarlo e incluso dispuesto a matarlo.
Cierto día que el Buda estaba paseando tranquilamente, Desvadatta, a su paso, le arrojó una pesada roca desde la cima de una colina, con la intención de acabar con su vida. Sin embargo, la roca sólo cayó al lado del Buda y Desvadatta no pudo conseguir su objetivo.
El Buda se dio cuenta de lo sucedido y permaneció impasible, sin perder la sonrisa de los labios. Días después, el Buda se cruzó con su primo y lo saludó afectuosamente.
Muy sorprendido,
Desdavatta preguntó:
- ¿No estás enfadado, señor?
-No, claro que no.
Sin salir de su asombro, inquirió:
- ¿Por qué?
Y el Buda dijo:
-Porque ni tú eres ya el que arrojó la roca, ni yo soy ya el que estaba allí cuando me fue arrojada.
Tiene sentido el rencor o el resentimiento cuando las personas y la circunstancias cambian constantemente? Esta historia del Buda sobre el perdón hace evidente lo ridículo de conservar (y aferrarse) al rencor.
El rencor, el odio, el deseo de venganza, o incluso el miedo nos hacen prisioneros; y solo el perdón libera. Aún cuando leyendas como estas nos lo recuerdan, en nuestro día a día es fácil olvidarlo y caer presa de estos sentimientos limitantes.
Hay que ejercitar el perdón, para que se convierta en un hábito que aumente nuestra libertad.
Pedro Domínguez Polo
****************************** *
El Buda fue el hombre más despierto de su época. Nadie como él comprendió el sufrimiento humano, así es como desarrolló la benevolencia y la compasión.
Entre sus primos, se encontraba el perverso Desvadatta, siempre celoso del maestro y empeñado en desacreditarlo e incluso dispuesto a matarlo.
Cierto día que el Buda estaba paseando tranquilamente, Desvadatta, a su paso, le arrojó una pesada roca desde la cima de una colina, con la intención de acabar con su vida. Sin embargo, la roca sólo cayó al lado del Buda y Desvadatta no pudo conseguir su objetivo.
El Buda se dio cuenta de lo sucedido y permaneció impasible, sin perder la sonrisa de los labios. Días después, el Buda se cruzó con su primo y lo saludó afectuosamente.
Muy sorprendido,
Desdavatta preguntó:
- ¿No estás enfadado, señor?
-No, claro que no.
Sin salir de su asombro, inquirió:
- ¿Por qué?
Y el Buda dijo:
-Porque ni tú eres ya el que arrojó la roca, ni yo soy ya el que estaba allí cuando me fue arrojada.
Tiene sentido el rencor o el resentimiento cuando las personas y la circunstancias cambian constantemente? Esta historia del Buda sobre el perdón hace evidente lo ridículo de conservar (y aferrarse) al rencor.
El rencor, el odio, el deseo de venganza, o incluso el miedo nos hacen prisioneros; y solo el perdón libera. Aún cuando leyendas como estas nos lo recuerdan, en nuestro día a día es fácil olvidarlo y caer presa de estos sentimientos limitantes.
Hay que ejercitar el perdón, para que se convierta en un hábito que aumente nuestra libertad.
Pedro Domínguez Polo