No hay nada que perdonar, Felipe. Considero que solo son comentarios que sirven para aclarar algunas interpretaciones.
Avelino es pariente de mi padre. Su hija y yo somos de la misma edad.
Yo lo recuerdo viviendo en Castrejón.
El palomar pertenece a la estación; nosotros teníamos gallinas, que mi padre en su preocupación por el bienestar de los animales, hasta le puso una estufa para los meses más fríos del invierno.
También recuerdo un pequeño huerto y algunas flores en él.
¡Qué cosa con lo del ciruelo! Todavía da sus frutos.
Esa sensación de eternidad que nos producen los árboles la sentí hace unos años cuando después de muchos volví al lugar donde había nacido.
Posterior a un tiempo de reflexión frente al edificio y ya de regreso reconocí al borde de la carretera la casi diminuta casita donde vivió y murió Almaquia.
Estaba abandonada, con hierbas crecidas a su alrededor, tal vez sin habitar desde su fallecimiento, pero en la parte trasera, allí solitario, sin cuidados y sin afectos pero vigoroso y lleno de vida estaba el viejo manzano que yo recordaba de niña.
Me emocioné y pensé en los flágiles que somos los humanos se van, las personas se van y los árboles continúan.
Un saludo.
Avelino es pariente de mi padre. Su hija y yo somos de la misma edad.
Yo lo recuerdo viviendo en Castrejón.
El palomar pertenece a la estación; nosotros teníamos gallinas, que mi padre en su preocupación por el bienestar de los animales, hasta le puso una estufa para los meses más fríos del invierno.
También recuerdo un pequeño huerto y algunas flores en él.
¡Qué cosa con lo del ciruelo! Todavía da sus frutos.
Esa sensación de eternidad que nos producen los árboles la sentí hace unos años cuando después de muchos volví al lugar donde había nacido.
Posterior a un tiempo de reflexión frente al edificio y ya de regreso reconocí al borde de la carretera la casi diminuta casita donde vivió y murió Almaquia.
Estaba abandonada, con hierbas crecidas a su alrededor, tal vez sin habitar desde su fallecimiento, pero en la parte trasera, allí solitario, sin cuidados y sin afectos pero vigoroso y lleno de vida estaba el viejo manzano que yo recordaba de niña.
Me emocioné y pensé en los flágiles que somos los humanos se van, las personas se van y los árboles continúan.
Un saludo.