EL CRISTO DE LA SIERRA
Estamos en otoño. Los días maravillosos se suceden. Esta tarde nos encontrarnos mi esposa y yo en la Virgen del Brezo. La sombra envuelve el Santuario y la soledad es total. El aíre es tibio y dorado, el ambiente llena el ánimo de nostalgias. Sin prisas marchamos por un camino, que primero sube áspero y luego se allana. Vamos viviendo gota a gota la hermosura de la tarde. El camino va sin apresurarse a media ladera, por la falda de la Sierra. Enfrente tenemos unos picos altos manchados de nieve, que son azules por efecto de la luz. Lento nuestro paso, lenta la luz que muere, hemos llegado al collado que da vista al Valle de Valcobero. Allí una campera invadida por la "escoba" y una construcción parecida a un chozo. Nos detenemos en un pequeño porche, ante la puerta y por un estrecho ventanuco vemos el interior.
Estamos en otoño. Los días maravillosos se suceden. Esta tarde nos encontrarnos mi esposa y yo en la Virgen del Brezo. La sombra envuelve el Santuario y la soledad es total. El aíre es tibio y dorado, el ambiente llena el ánimo de nostalgias. Sin prisas marchamos por un camino, que primero sube áspero y luego se allana. Vamos viviendo gota a gota la hermosura de la tarde. El camino va sin apresurarse a media ladera, por la falda de la Sierra. Enfrente tenemos unos picos altos manchados de nieve, que son azules por efecto de la luz. Lento nuestro paso, lenta la luz que muere, hemos llegado al collado que da vista al Valle de Valcobero. Allí una campera invadida por la "escoba" y una construcción parecida a un chozo. Nos detenemos en un pequeño porche, ante la puerta y por un estrecho ventanuco vemos el interior.