Dice el Juez a la ladrona:
«Mi profesión de juez es gracias a tu profesión de ladrona. Bastaría que te negases... Pero no te lo aconsejo, negarte a ser lo que eres, lo que tú eres, y, por lo mismo, quién tú eres, y yo dejaría de existir..., desaparecería, me evaporaría. Reventaría. Aniquilado. Negado... ¿Y luego?, ¿y luego? Pero tú no te negarás, ¿verdad? Tú no te negarás a ser una ladrona. ¡Esto sería terrible!, ¡criminal! ¡Tú me quitarías mi vida!
La ladrona dijo: ¿Quién sabe?
El Juez dijo: ¿Qué?, ¿qué has dicho? ¿Te negarías?... Dime otra vez, ¿qué has robado? ¿Palomas?
La ladrona dijo con sequedad, incorporándose: No sé.
El Juez ansioso dice:- Dime, ¿dónde? No seas tan cruel...
La Ladrona dijo-. No me tutee, si usted me lo permite...
Juez- Señorita. Se lo pido de rodillas.Si no hubiese jueces, ¿adónde iríamos a parar?, pero ¿si no hubiese ladrones?".
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