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VILLACIDALER: El señor anónimo aborrecía todo lo que participara...

El señor anónimo aborrecía todo lo que participara del desorden mental o físico. Su cara, que era el libro abierto de su vida, tenía el tinte terroso de las calles del pueblo. En su cabeza bastante grande crecía un pelo seco y negro y un bigote leonado que no cubría del todo una boca nada amable. Sus pómulos le daban a su cara un aire duro; pero no había nada duro en sus ojos que, mirando el mundo por debajo de unas cejas leoninas, daban la impresión de ser un hombre siempre dispuesto a salvar al prójimo pero debajo de sus labios se acumulaba la amenaza ante la decepción. Vivía a cierta distancia de su cuerpo, observando sus propios actos con mirada furtiva y escéptica. Poseía un extraño hábito autobiográfico que lo llevaba a componer mentalmente una breve frase sobre sí mismo, con el sujeto en tercera persona y el predicado en tiempo pretérito.