
Existen tres exigencias básicas para vivir en este pueblo: la tolerancia, el diálogo y la educación.
La tolerancia es la complacencia positiva en la variedad. La esencia de la civilización es la búsqueda de esta variedad de un modo racional y civilizado, y no por el engaño y el embrollo o el simple uso de la difamación. De ahí que la tolerancia suponga la oposición a todas las formas de fanatismo o de dogmatismo.
El diálogo es el medio por excelencia de la búsqueda humana de la coherencia de todas las personas. El interlocutor no es obstáculo, no es un adversario: es un cooperador capaz de contradecir con vistas a un objetivo común.
El diálogo toma como punto de partida la idea de que los Derechos Humanos forman parte del patrimonio ético común de la humanidad y, a la vez, de que toda cultura y visión del mundo aunque sea de un pueblo pequeño encierra elementos valiosos cuya pérdida afecta a toda la familia humana.
El diálogo supone, entonces también la existencia de una autocrítica sincera llevada a cabo por cada grupo humano en relación a su contribución al respeto de los Derechos Humanos.
Descubrir que todos y cada uno de los seres humanos tienen derecho a una vida digna, a ser liberados de la enfermedad, a asociarse, a participar en la vida común, y, en definitiva, a ser protagonista de su propia vida.
Implica que cada uno de nosotros es capaz de desear y asumir su libertad como sujeto responsable. La libertad se transforma así en tarea y búsqueda que se ha de realizar, en lugar de ser concebida como una posesión original que debe ser conservada.
El otro no es quien impone límites a nuestro desarrollo personal o a la vivencia de nuestros derechos; antes bien, es con quien podremos lograr la tarea común de ser personas".
La educación consiste en sacar del otro lo mejor que tiene y ayudarle a compartirlo con el resto.
La tolerancia es la complacencia positiva en la variedad. La esencia de la civilización es la búsqueda de esta variedad de un modo racional y civilizado, y no por el engaño y el embrollo o el simple uso de la difamación. De ahí que la tolerancia suponga la oposición a todas las formas de fanatismo o de dogmatismo.
El diálogo es el medio por excelencia de la búsqueda humana de la coherencia de todas las personas. El interlocutor no es obstáculo, no es un adversario: es un cooperador capaz de contradecir con vistas a un objetivo común.
El diálogo toma como punto de partida la idea de que los Derechos Humanos forman parte del patrimonio ético común de la humanidad y, a la vez, de que toda cultura y visión del mundo aunque sea de un pueblo pequeño encierra elementos valiosos cuya pérdida afecta a toda la familia humana.
El diálogo supone, entonces también la existencia de una autocrítica sincera llevada a cabo por cada grupo humano en relación a su contribución al respeto de los Derechos Humanos.
Descubrir que todos y cada uno de los seres humanos tienen derecho a una vida digna, a ser liberados de la enfermedad, a asociarse, a participar en la vida común, y, en definitiva, a ser protagonista de su propia vida.
Implica que cada uno de nosotros es capaz de desear y asumir su libertad como sujeto responsable. La libertad se transforma así en tarea y búsqueda que se ha de realizar, en lugar de ser concebida como una posesión original que debe ser conservada.
El otro no es quien impone límites a nuestro desarrollo personal o a la vivencia de nuestros derechos; antes bien, es con quien podremos lograr la tarea común de ser personas".
La educación consiste en sacar del otro lo mejor que tiene y ayudarle a compartirlo con el resto.