Hola Gloria: ¡Que gozo me produce el verte de nuevo por estos lares! Acabo de ver tu mensaje y contestaré sobradamente a la cuestión que me planteas. DE todos modos hablaré con Carmen cuando tenga ocasión de verla. Estas navidades la vi de pasada y apenas intercambiamos tan sólo unas palabras.
Habrán transcurrido unos 25 años, año arriba, año abajo desde que la totalidad de la orografía de Villaluenga y pueblos aledaños se transformó por completo. Hubo una reestructuración brutal, (lo llamamos concentración parcelaria). Tal hecho implicó la modernización de todas las infraestructuras. Se ampliaron los caminos y pistas de acceso a las fincas, éstas se redujeron en gran número creciendo en su extensión y con trazados regulares más acordes con el uso de la maquinaria actual. Se eliminaron encharcamientos y humedades. Un nuevo y funcional sistema de riego se instauró con la implantación de nuevas acequias. Y, los ríos; es aquí donde quiero llegar, se limpiaron de toda maleza y dragaron sus cauces fluviales. En este ordenamiento se vio inmerso el molino de El Pisón. Quedaban unas ruinas de lo que en su día constituyó el edificio, creo recordar que a ambos lados del río. Y obviamente, cuando le tocó el turno, la máquina excavadora se lo llevó por delante. Y tal es así, que al día de hoy no sabría señalar con exactitud su ubicación. A buen seguro que tus familiares lo sabrán con certeza, ya que la finca que poseían allí a buen seguro que la continúen conservando. Se le conocía con el nombre de El Pisón como he citado más arriba, o el molino de Constantino, padre de Juan. Yo únicamente tengo un vago recuerdo de aquellas restos y hablo más por referencias que por hechos constatados. Y debió de ser una pequeña industria en sus años florecientes, pero esto ya quizás es producto de mi romanticismo y añoranza.
Espero, Gloria; que el invierno canadiense esté siendo algo más benévolo y que no te estés pasmando de frío como debe de ser lo habitual. Un abrazo y un saludo. Joaquín.
Habrán transcurrido unos 25 años, año arriba, año abajo desde que la totalidad de la orografía de Villaluenga y pueblos aledaños se transformó por completo. Hubo una reestructuración brutal, (lo llamamos concentración parcelaria). Tal hecho implicó la modernización de todas las infraestructuras. Se ampliaron los caminos y pistas de acceso a las fincas, éstas se redujeron en gran número creciendo en su extensión y con trazados regulares más acordes con el uso de la maquinaria actual. Se eliminaron encharcamientos y humedades. Un nuevo y funcional sistema de riego se instauró con la implantación de nuevas acequias. Y, los ríos; es aquí donde quiero llegar, se limpiaron de toda maleza y dragaron sus cauces fluviales. En este ordenamiento se vio inmerso el molino de El Pisón. Quedaban unas ruinas de lo que en su día constituyó el edificio, creo recordar que a ambos lados del río. Y obviamente, cuando le tocó el turno, la máquina excavadora se lo llevó por delante. Y tal es así, que al día de hoy no sabría señalar con exactitud su ubicación. A buen seguro que tus familiares lo sabrán con certeza, ya que la finca que poseían allí a buen seguro que la continúen conservando. Se le conocía con el nombre de El Pisón como he citado más arriba, o el molino de Constantino, padre de Juan. Yo únicamente tengo un vago recuerdo de aquellas restos y hablo más por referencias que por hechos constatados. Y debió de ser una pequeña industria en sus años florecientes, pero esto ya quizás es producto de mi romanticismo y añoranza.
Espero, Gloria; que el invierno canadiense esté siendo algo más benévolo y que no te estés pasmando de frío como debe de ser lo habitual. Un abrazo y un saludo. Joaquín.