PEREGRINOS POR VILLAMBROZ. De Carrión nos dirigimos a gustillo delPáramo, desde donde caminos rurales de hermoso emplazamiento en el abierto páramo castellano nos condujeron al cercano enclave de Ilillambroz, punto final de la jornada, como quedó dicho al principio. Allí llegamos más tarde de lo apetecido, pues mi bicicleta, de intachable conducta en toda la Ruta, fue a pinchar a la salida de San Llorente delPáramo. Y ocurrió pocos metros después de haber tomado un tortuoso camino, lleno de piedras sueltas, o "cantos", como se dice por aquí. Poco después de preguntar por la dirección correcta al único viandante autóctono que encontramos por allí, el ensotanado y célebre párroco, todo un clásico en el lienzo costumbrista y social de este pequeño enclave.
Pedalear sobre el atormentado camino que llevaba a Vi%lambroz se había mostrado desde el principio como un incómodo compendio de "traqueteo" y paciencia. Casualmente, una coincidencia entretejida por los duendes burlones del azar quiso que Juan Fran, segundos antes de comenzar mi rueda a deshincharse, hiciera, por primera vez en toda la Ruta, una observación sobre tal posibilidad. Algo así como "si no pinchamos aquí, ya no pinchamos nunca".
En Vi%lambroz, nuestra llegado coincidió con un lírico y hermoso atardecer, un anaranjado lienzo de esos sinceros y puros que acostumbra a brindar la línea del horizonte por estas tierras.
Poco pudimos hacer de lo que teníamos pensado en lugar tan especial para mí. La demora del pinchazo más algún que otro encuentro familiar, nos obligó a retirarnos a descansar un poco más tarde de lo previsto. No obstante, aunque corto, el sueño se preveía reparador. Una placentera ducha, un gratificante paseo nocturno por las calles encalmadas y la comodidad de la cama (insuperable herramienta de descanso) permitía aventurarlo.
Pedalear sobre el atormentado camino que llevaba a Vi%lambroz se había mostrado desde el principio como un incómodo compendio de "traqueteo" y paciencia. Casualmente, una coincidencia entretejida por los duendes burlones del azar quiso que Juan Fran, segundos antes de comenzar mi rueda a deshincharse, hiciera, por primera vez en toda la Ruta, una observación sobre tal posibilidad. Algo así como "si no pinchamos aquí, ya no pinchamos nunca".
En Vi%lambroz, nuestra llegado coincidió con un lírico y hermoso atardecer, un anaranjado lienzo de esos sinceros y puros que acostumbra a brindar la línea del horizonte por estas tierras.
Poco pudimos hacer de lo que teníamos pensado en lugar tan especial para mí. La demora del pinchazo más algún que otro encuentro familiar, nos obligó a retirarnos a descansar un poco más tarde de lo previsto. No obstante, aunque corto, el sueño se preveía reparador. Una placentera ducha, un gratificante paseo nocturno por las calles encalmadas y la comodidad de la cama (insuperable herramienta de descanso) permitía aventurarlo.