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VILLAMBROZ: RECUERDOS DE UN PEREGRINO A SU PASO POR VILLAMBROZ...

RECUERDOS DE UN PEREGRINO A SU PASO POR VILLAMBROZ
En los recovecos de la memoria se me representa una calurosa tarde de verano, el parloteo ambiente en una humilde cantina (con la esquina de rigor dedicada a la partida de cartas diaria de los mayores) y el entretenido juego de un niño en la puerta con una pequeña y delgada cachava de roble silvestre, regalo del tío Heraclio. La cantina era parte de la casa de Jesús "el Pigazo", habilitada para sencilla taberna y transformada tras su jubilación en habitación del domicilio familiar. Quiero decir con esto, que lo que cuento ya es historia. La puerta de la tasca lindaba con una calleja llena de polvo y piedras sueltas, como todas entonces, y ésta a su vez con la carretera regional, estrecha, bacheada y escasamente transitada, que unía a (os núcleos de Saldaña y Sahagún. Al otro lado de la lengua de asfalto se extendían ambiciosas la eras, campos de labor donde el ritmo de trabajo empezaba a declinar. Pronto la mies, ya madura y blanquecina, iba a dejar de ser objetivo del trillo arrastrado por las mulas, para pasar a agruparse pacientemente en forma de "parvas", esto es, montones extendidos para ser más tarde aventados, o "beldados" -como se dice por aquí-, al cierzo castellano... Separar el grano de la paja es el alma misma del ritual campesino de trabajo en estas tierras de cereal, base de las economías familiares, y el manejo de la horca de madera, elevándose una y otra vez al aire con la paja trincada entre los tres pinchos, una de las muchas imágenes de mi infancia: técnica simple, sin adornos, compendio de destreza y cotidianeidad. Escenas todas que recuerdo bien aunque han quedado lejos, borradas de la retina del presente por los innumerables y necesarios adelantos tecnológicos habidos desde entonces en materia agrícola.