El día de
San Antón el 17 de enero, se pedia la cooperación de las
familias que habian hecho la
matanza y se donaba parte de lo recogido al Sacerdote de su comunidad y el resto se repartia entre las personas más necesitadas, esta
costumbre aquí ha dejado de utilizarse.
Concretamente lo que se ofrecía en la misa del
Santo eran orejas y manos de
cerdo. Al salir de la
Iglesia se subastaba parte de lo ofrecido para convertirlo en dinero para el sustento de la iglesia.
El Sr. Miguel era especialista en este menester con el canturreo de "no hay quien..." También es digno de destacar que el día de Difuntos las mujeres ofrecían panes que luego hechos trozos se repartían entre la chavalería que lo degustaban como rosquillas.
Igualmente curiosa era la costumbre de algunos hombres que al tener que entrar en la iglesia, para no desperdiciar el cigarro aún no terminado, lo pegaban a las
columnas del atrio y al salir volvían a apurarlo hasta el límite.