Esta foto nos la comparte Germán, Marista en Ecuador, quien estuviera este verano cargando las pilas en su querido terruño .
Mirarla me da idea de serenidad, de amplitud de horizontes, enmarcando sus campos en diferentes tonalidades... Y al fondo el pueblo.
Al verla tal vez vengan a nuestras mentes, esa cantidad de fotos que llevamos en nuestro interior, almacenadas como en un disco duro de capacidad ilimitada. Han quedado retratados lugares y personas, sentimientos y anécdotas que son parte de nuestras vidas y las de familiares y vecinos.
Para algunos, tierras y caminos conocidos, con tiempos de preparar la siembra, momentos para segar y cosechar. Llegado el verano, - no había vacaciones en Benidorn ni en Torrevieja, - comenzaba el tiempo duro de la cosecha.- El día se iniciaba muy temprano “para ir a acarrear”.
De regreso a casa con el carro de vacas lleno más allá de las angarillas, (todo un arte saber cargarlo y peinarlo), la sirena de la mina de la Estrella Verde en los cuarteles les sorprende dando las dos de la tarde. El tren de la Robla que al mediodía y a la tarde, también nos recordaba la hora, era seguido su traqueteo con la mirada, mientras se tomaba un respiro, hasta perderse en la estación o más allá del Chimbo si iba en la otra dirección, dejando tras de sí una negra estela de humo.
El dalle, la horca , el rastrillo, el gario y demás instrumentos de labranza, junto al botijo y la bota de vino colocados a la sombra de algún chopo, - hoy tal vez objetos de museo en más de una casa- eran compañeros inseparables en el diario trajinar.
Al atardecer será el mejor momento para ir con el capazo a espigar por esos caminos que los chavales sabían que habían quedado muchas espigas entre los espinos. Después habrá tiempo para ir a jugar a la pelota a las eras, o tirarse en los montículos del trigo ya dispuestos para ser trillados, novedad que aunque prohibida, no dejaba de tener su atractivo, siempre atentos
Ante la posible aparición del dueño o alguna persona mayor capaz de arruinar la diversión.
Hoy la cosechadora reemplazará personas, tiempos y trabajos, pero no las experiencias vividas, ni podrá borrar nuestros recuerdos y añoranzas.
A otros tal vez les venga a la mente el paseo diario con el botijo al duerno por senderos ya borrados, a lapayul y cercanías buscando manzanilla, o las subidas frecuentes a la cruz del Otero, tiempos en los cuales los caminos no eran tan cómodos como los de ahora.
Sin duda, también habrá a quienes al ver la foto les recuerde los paseos dados por las pistas con sus amistades en los últimos veranos, ya sea por placer, por exigencia de la balanza o por consejo de los médicos.
Nuestro disco duro de capacidad ilimitada, puede ir cargando cada día nuevas fotos , tan hermosas como las deseemos, basta estar atentos a lo que nos rodea.
Tinin Lozano.
Mirarla me da idea de serenidad, de amplitud de horizontes, enmarcando sus campos en diferentes tonalidades... Y al fondo el pueblo.
Al verla tal vez vengan a nuestras mentes, esa cantidad de fotos que llevamos en nuestro interior, almacenadas como en un disco duro de capacidad ilimitada. Han quedado retratados lugares y personas, sentimientos y anécdotas que son parte de nuestras vidas y las de familiares y vecinos.
Para algunos, tierras y caminos conocidos, con tiempos de preparar la siembra, momentos para segar y cosechar. Llegado el verano, - no había vacaciones en Benidorn ni en Torrevieja, - comenzaba el tiempo duro de la cosecha.- El día se iniciaba muy temprano “para ir a acarrear”.
De regreso a casa con el carro de vacas lleno más allá de las angarillas, (todo un arte saber cargarlo y peinarlo), la sirena de la mina de la Estrella Verde en los cuarteles les sorprende dando las dos de la tarde. El tren de la Robla que al mediodía y a la tarde, también nos recordaba la hora, era seguido su traqueteo con la mirada, mientras se tomaba un respiro, hasta perderse en la estación o más allá del Chimbo si iba en la otra dirección, dejando tras de sí una negra estela de humo.
El dalle, la horca , el rastrillo, el gario y demás instrumentos de labranza, junto al botijo y la bota de vino colocados a la sombra de algún chopo, - hoy tal vez objetos de museo en más de una casa- eran compañeros inseparables en el diario trajinar.
Al atardecer será el mejor momento para ir con el capazo a espigar por esos caminos que los chavales sabían que habían quedado muchas espigas entre los espinos. Después habrá tiempo para ir a jugar a la pelota a las eras, o tirarse en los montículos del trigo ya dispuestos para ser trillados, novedad que aunque prohibida, no dejaba de tener su atractivo, siempre atentos
Ante la posible aparición del dueño o alguna persona mayor capaz de arruinar la diversión.
Hoy la cosechadora reemplazará personas, tiempos y trabajos, pero no las experiencias vividas, ni podrá borrar nuestros recuerdos y añoranzas.
A otros tal vez les venga a la mente el paseo diario con el botijo al duerno por senderos ya borrados, a lapayul y cercanías buscando manzanilla, o las subidas frecuentes a la cruz del Otero, tiempos en los cuales los caminos no eran tan cómodos como los de ahora.
Sin duda, también habrá a quienes al ver la foto les recuerde los paseos dados por las pistas con sus amistades en los últimos veranos, ya sea por placer, por exigencia de la balanza o por consejo de los médicos.
Nuestro disco duro de capacidad ilimitada, puede ir cargando cada día nuevas fotos , tan hermosas como las deseemos, basta estar atentos a lo que nos rodea.
Tinin Lozano.
