No hace mucho tiempo tuve la ocasión de conocer
Alaraz. En mi propósito de visitar
pueblos rústicos no podía faltarme éste. Me sorprendió el maravilloso desfile de
vacas que se movían con elegancia por las
calles y su frondosa arboleda bajo la que podía leer tranquilamente mi libro favorito. Me bañé en su caudaloso
río no sin alguna lesión en mis pies por las
piedras que iba pisando. La sencillez de todos sus habitantes me cautivó. Pude saber de las posesiones de cada uno ellos pues se sentían cercanos
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