Lo que en otro tiempo fueron lugar de refugio de personas y animales; donde una familia compuesta de matrimonio y varios hijos, en ocasiones también los abuelos, llevaban una vida de trabajo y sacrificio viviendo del campo: cereales, huertos, viña, la cría del cebón, las gallinas y alguna cabra que surtiera de la leche diaria a los humanos, moraban en el interior de los muros de estas vetustas construcciones ahora arruinadas y sin vida en su interior. Hace décadas que sus habitantes desaparecieron, los humanos seguramente fueron a otros lugares en los que ganarse la vida fuera más fácil; murieron fuera y no regresaron. Sus deudos, si los tuvieron, no volvieron al lugar de sus ancestros, se despreocuparon y el tiempo poco a poco fue acabando con todo. Alguien utilizó o utiliza, por el cañizo de madera, parte de las instalaciones para encerrar algún animal, pero sin el gusto o la obligación de conservar nada; ya sin techumbre, aunque con recios cimientos, la climatología y el tiempo acabarán borrando el lugar.